Ella no quería. Él se negaba. Pero el crío se empeñó. “Un beso los tres, sí, venga, los tres. Una vez sola”. No lo habían vuelto a hacer desde hacía meses; y menos en medio de la calle, con todo el mundo mirando. Los adultos decían que no. El niño amenazó, chilló, pataleó, hasta lloró un poco. No le hicieron…
—(Dios mío, la que me espera. Pero quién me mandaría a mí enrollarme con una tía que lo que único que buscaba era cazarme por mi dinero. Porque en nuestros días, a ver quién no tiene precauciones, si no ya para evitar enfermedades, sí para evitar un bombo. ¡Y eso es lo que consigue la muy…! Y, claro, había que…
—Lo veo todo negro, pero no tengo más remedio. Esta tela que cubre mi cara también es la que me libra del oprobio. Soy blanco. Es una vergüenza, pero es así. Soy blanco, pero también llevo el jazz en las venas, y dicha contradicción sólo se puede subsanar mostrándome con este disfraz que a muchos parece simpático, pero que a…
—Así que tú, ¿de mayor? —Rico, seré rico. —¿Y eso? —Es la mejor profesión. —Ah, ya. ¿Y no te vas a preparar o estudiar para tener un oficio? —¿Pa’qué? —No sé, para… —Mis padres tienen dinero. —¿Y? —Mira, este polo es de Jilfiguer. Y las sandalias, Geox, Y el balón es oficial. —Anda, mira. —Y además, soy guapo. Me lo…
En pleno descanso de rezos y rosarios, de vida conventual dedicada a los demás y a la contemplación de Dios, las monjitas sentían que la brisa del paseo marítimo les ventilaba los miasmas producidos durante el encierro invernal. Ajenas a los demás, el vaivén de las olas les producía una especie de remanso hipnótico que venía bien a su naturaleza,…
—Que sí, Eufrasia, que sí, te pongas como te pongas, y digas lo que digas, esta vida es una mierda, coño, si lo sabré yo, que llevo años y años notándolo, y diciéndotelo además, pero tú, nada, oídos sordos, y mira que te lo tengo dicho, vete al otorrino, Eufrasia, que no te me enteras de nada, y si no…
La chiquilla no había dejado de berrear en toda la tarde. Sus padres lo habían intentado de todos modos, con regalos, con chucherías, con promesas, con amenazas, con algún azote (reprimido severamente por las miradas de algunos mirones cercanos). Nada. La cría no callaba, porque ¡quería volar!, y nadie le hacía suficiente caso. Por fortuna, se me ocurrió la solución.…
No sé por qué pasa de mí, por qué no me ve, si no paro de hacerle regalos (…sí, sí, tú vende, coño, que esa empresa está por bajar…), como por ejemplo en la fiesta de Andrea, el otro sábado, no paré de endulzarle la oreja (…que ya te dije que me lo notificó el contacto que tengo en Bruselas…),…
Paciencia, Fermín, paciencia. Piensa que la vida es una sucesión de trágalas y que a ella se viene a sufrir y a sufrir, que no en vano le llaman el valle de lágrimas. No debes tomarlo todo por la tremenda. Piensa que las cosas a veces se juntan de una manera que nadie controla, y que por algo se dice…
—Que sí, tío, que vamos detrás de Gaspar—¿Otra vez? Joé, como el año pasado—Noooo. Como hace dos—Es igual, ¿qué más da?—Bueno, en realidad…—Tú, calla, que con el peta ése ya tienes bastante—Bueno, vale…—El caso es que este año es la última vez, lo juro—Anda, no digas bobadas, qué va a ser la última vez, si tu madre es concejala—Mira que…—Y…