TODO NEGRO (IMPOSTURA RACIAL)

—Lo veo todo negro, pero no tengo más remedio. Esta tela que cubre mi cara también es la que me libra del oprobio. Soy blanco. Es una vergüenza, pero es así. Soy blanco, pero también llevo el jazz en las venas, y dicha contradicción sólo se puede subsanar mostrándome con este disfraz que a muchos parece simpático, pero que a mí me permite seguir en el anonimato más absoluto. Ello impide que me lesionen la autoestima, pero me condena a ser un músico callejero que mendiga limosnas por acordes más o menos improvisados. Tuve que nacer blanco (y en Galicia, además, tierra celta de gaitas y panderetas, que ya es desgracia), cuando tenía que haber nacido negro y hacerlo en Nueva Orleans, que sería lo propio. Allí, si no conseguía hacerme un jazzman reputado, al menos podría bailar claqué. Aquí, en cambio, sólo llego a tocar cada día con mayor o menor decencia temas que ni siquiera son míos, y a mojarme cuando llueve, y a apañar unos duros que sólo me dan para vicios y para cambiar cada año de mochila. Con este panorama, ¿cómo no verlo todo negro?

Deja un comentario