ÍNCIPITS DESAPROVECHADOS (4)

Los Íncipits son, en el plano literario, los comienzos de relatos, cuentos, novelas. Muchas veces, una narración surge del propio comienzo, aunque parezca un juego de palabras. Quiero decir que en ocasiones todo un relato se continúa porque se ha encontrado un inicio prometedor. Muchas otras (son abrumadora mayoría), se dispone del inicio, pero no se sabe o no se quiere continuar. Los que siguen son ejemplos de este segundo tipo. Pretendieron ser algo, y se quedaron en eso: en proyectos sin desarrollar, en potencias sin acto, en relatos que no lograron continuidad. Dejan, eso sí, amplio espacio a cualquiera para imaginar cómo seguirían. Y animo a quien esto lea, a que pruebe y concluya lo que yo sólo pude comenzar. Tiene todo mi permiso para hacerlo, y este escrito se puede mostrar como justificante de ello.

  1. Tu legado es tan importante como tu muerte. Es preciso que mueras para que seas alguien. ¿Es que no lo entiendes aún? Primero, entiéndelo. Luego, elige el método que debo aplicarte
  2. El chico bailaba fatal, y sufría por ello. La madre se ofreció a enseñarle. La primera clase resultó un desastre, y ella le espetó: “Hijo, bailas tan mal como tu padre”. La primera clase resultó también ser la última
  3. Me invitaron al cóctel muy tarde, casi por compromiso, y no sabía a quién podría encontrarme allí. Pero al verla, agasajada por todos, atendiendo las frecuentes felicitaciones con esa sonrisa cautivadora, lo tuve claro. Debía irme
  4. Nací para esto. Es lo único con lo que me encuentro cómodo. Llego, elijo un buen sitio, coloco un cebo en el anzuelo, lanzo el sedal, y espero. Muchas veces no pesco nada. Pero sé que nací para esto. Nada más me produce placer
  5. Heredé este diario de mi madre. Son 14 volúmenes, anotados en libros de contabilidad. Sólo los he ojeado pasando las páginas, para saber que todos llevaban su letra, y trataban de lo mismo. No tengo valor para leerlo. No sé si podré tenerlo alguna vez
  6. No soy un tipo tan solitario. Converso con los dos enanos de mi jardín, y hay tres gorriones que llegan todos los días a por comida, y a cambio, pegan la hebra conmigo un buen rato. Que no me vean con personas, no significa que me guste la soledad. Significa sólo lo que significa
  7. El director de orquesta se retrasaba. El primer violín, luego de dar la nota de afinación, que el resto de músicos aprovecharon para ajustar sus instrumentos, comprobó que la figura más importante seguía sin aparecer. Lentamente, se levantó y se dirigió al público asistente
  8. La entrevista debió posponerse porque el cineasta cogió una fuerte gripe. Como la cosa me urgía, le propuse mandarle el cuestionario por correo y que lo respondiera a su modo. A mí me alcanzaría, y al jefe de redacción, previa consulta afirmativa, también. Como respuesta, insultos que no reproduciré, aparte, me dijo que nunca más me concedería una entrevista, ni sano, ni cuerdo, ni alegre
  9. Asenté bien el trípode y enfoqué la cámara sobre el borde del nido. Aguardé. El águila llegó con el gran pez en las garras. El polluelo se incorporó, y por fin pude verlo. Disparé varias veces. Al ir a revisar la tarjeta, no encontré ninguna de las imágenes de la serie. Sólo sé que antes de irme y dar por concluida la sesión, el águila me divisó y me miró fijamente durante unos instantes, que me parecieron eternos
  10. Quise arreglar el  viejo reloj de pared, que se me había estropeado. Tras explicarme que no era posible el arreglo del mecanismo, me ofrecieron cambiar la maquinaria por otra nueva, a un costo razonable. Me negué. Por fuera no se notaría, me advirtió el empleado. Yo aduje que ya no sería el reloj de mis abuelos. ¿Lo prefiere antiguo y sin funcionar?, me replicó, con cierta intención en la pregunta. Aún estoy pensando la respuesta

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