CON UN GRAN GENIO

—Pero míralo ahí, ¡qué chulería se gastaba, el cabrón!
—Pues claro, hijo, claro, ¡porque pudo! No como otros…
—Pero ¿qué va a poder? Tía, si no era más que un farsante…
—Claro, por eso está considerado uno de los genios del arte del siglo XX.
—Mira qué cosas. Como si eso fuera una prueba de algo.
—Pues ahí tienes su impresionante obra, para que hable por él.
—¿Su obra? Menudas mamarrachadas pintaba el gachó. Mucha paja mental, te lo digo yo. Y de las otras, que algo me contaron por ahí.
—Lo que está claro es que no tienes ni idea de Arte, hijo. Tienes la sensibilidad atrofiada, como casi todo.
—¿Pero tú crees que lo de este pavo era normal? Además de medio marica reprimido, no pintaba más que chorradas (sueños, decía él, ¡JA!). Y se hacía el payaso para sacar más pasta gansa. Pero si hasta resultó que era facha, joder.
—Y aun suponiendo que todo eso fuera verdad, ¿invalida eso sus pinturas, sus esculturas, todo su arte?
—Pero ¿qué arte ni parte? Tú es que llamas arte a cualquier cosa, tía. Mucha revista del corazón y mucha moda es lo que tienes tú a cuestas; y también mucha mamonada floja.
—Y fue a hablar el que no ha visitado un museo en su vida, y el que sólo lee el Marca, ¡y sólo la parte del fútbol!
—Pues a mucha honra, tía, ¿qué pasa? Lo he visto en la tele, y en esos sitios no hay más que garabatos sin valor. Y además, ¿no me vas a comparar al pichafloja ése con el Barça?
—Anda, que… Y ahora, ¿quién es el chulo, eh? ¿Quién?
—Pues yo, aquí, el menda. Con un par.
—O sea, que el genio eres tú, vamos, y el otro un impostor.
—Esooooo. Menos mal que lo has entendido, churri. Ayyyy, qué lista es mi nena. Al fin te das cuenta de quién de los dos entiende de las cosas. Menos mal que hablando siempre acabas entrando en razón. Y es que el que razona, razona.

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