Mira, yo, a estas alturas, ya estoy viejo, qué quieres, no me interesa ahora nada de lo que me pides, no me vengas a joder, no me cuentes ahora milongas del pasado, aquello ya se olvidó, sí, en serio te lo digo, toda la cera que hubo ardió enterita, y no hemos estado ni tú ni yo cerca para aprovecharnos, porque lo de tu madre y yo, pues ya sabes, cuando se es joven, se hacen pendejadas, como la que me cuentas tú ahora, y aunque seas más fuerte que yo y lleves un arma, la razón nada más lleva un camino, o eso decía tu abuelo, y él sabía mucho, ya te imaginas, así que no creas que a un viejo como yo le vas a sacar plata, porque lo tengo todo atado en mi testamento bien clarito, ni tampoco palabras más suaves, pues a mis años ya da casi todo igual, ni promesas que no sé si cumpliré, porque me queda poco ya, mi bravo pistolero de pelo y medio, así que convéncete de que no hay nada que puedas hacer conmigo ni galpón que componer, hay que dejar que las cosas sigan su curso, ya que así se iniciaron y así deben continuar, si no, romperías una línea del destino, ¿no te das cuenta?, vamos, anda, abate el arma, que se te puede disparar de súbito y ve diciéndole a tu madrecita querida que yo soy como soy, y que ella fue como fue, que no escurra el bulto, que bien se lo pasó entonces, que te cuente, que te cuente lo bueno, y no te envenene sólo con lo malo, porque malos somos todos, tú sabes, pero buenos también, si acaso un poquito, una pizquita así nomás, y, sobre eso, encima, mira, hijo, reflexiona, yo…