MIENTRAS SU PADRE CONDUCE (MICRORRELATO)

Mientras su padre conduce, el niño que ya no es tan niño repasa su actuación para cuando lleguen a casa de la abuela. Para ajustarla a sus dictados, rememora uno a uno los episodios en que la vieja le gritaba a su madre; en que su padre permitía aquellas humillaciones que se fueron grabando una a una en su biografía; en que él era el único que salía a defenderla siempre, con el resultado de algún exabrupto, de algún castigo, de algún bofetón. Mientras su padre conduce, la monodia sonora del motor le permite poner en orden sus ideas, sin nada que lo perturbe, ni siquiera el ligero ronquido regular de su hermano pequeño, que duerme tranquilo a su lado. Se dirigen, como todas las navidades, a llevar a cabo el ritual de la matanza del cerdo, que surtirá de embutidos y carnes en salazón ambas despensas. El niño que ya no es tan niño piensa en las imágenes violentas que ya ha visto otros años: primero, en las de puertas adentro, que le hacen respirar con mayor agitación y apretar los dientes sin querer; luego, en la violencia del exterior, la de un acto tan habitual en los pueblos. Recuerda con nitidez los pasos del evento y los instrumentos utilizados, los chillidos del animal cuando le clavan el gancho para sacarlo de la cochiquera y luego el cuchillo en el cuello, para sangrarlo y darle muerte al final. Cuando el cuchillo de hoja larga reaparece en su memoria, una sonrisa le transforma la cara. Mientras, su padre conduce sin ofrecer ni pedir conversación; al lado la madre rumia su amargura con la mirada perdida en el paisaje helado. Ninguno de los dos se percata de que es la primera vez que su hijo parece ansioso por volver al pueblo. No imaginan que esas navidades va a dejar de ser niño para siempre.

Del libro inédito Micrólogos

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