Cuando leo libros en los que alguien pregunta y quien responde es Borges, yo soy consciente al completo de la falacia que resulta conversar con un libro que -se supone- transcribe la conversación de otro con otro. Mas, con todo, para mí no hay ejercicio literario más fructífero, más enriquecedor, más alimenticio -nutritivo, más bien-. Sería el tipo de diálogo que yo querría estar desarrollando de continuo. Sólo que esto es imposible. Porque Borges no está. Porque nadie se está toda la vida hablando, y menos, conmigo. Porque hay tan pocos que concedan a la erudición y a la palabra la dedicación y el respeto que él le profesan. Por eso le leo. Por eso prorrogo esta ilusión, parapeto de insuficiencias.
Del diario inédito Bancal de almácigas, apunte de 16 de Junio de 1997