NO SON FANTASMAS (MICRORRELATO)

Dicen que vivo rodeada de fantasmas, pero no es verdad. Lo que sucede es que no comprenden que los recuerdos cobran vida en cuanto el cerebro los conecta. Mis anteriores amores, por ejemplo, están presentes —todos ellos— cuando mi actual amante me penetra con violencia y yo casi pierdo el sentido a causa del placer o del dolor (según). Están presentes, y comentan, bisbisean, animan, critican. Alguno, pudoroso, se da la vuelta para no mirar: fue el que más me quiso, y me consta —aunque no lo veo— que llora en silencio cuando chillo de gusto o se indigna profundamente cuando gimo de dolor. Yo a veces los miro, y veo que me miran con deseo o con melancolía, y si su deseo se suma al mío la explosión de mi cuerpo es intensísima, hasta casi perder el sentido, y por ello les agradezco infinitamente su presencia. En cambio, si me miran con desprecio, critican mi postura o mis acciones, o desaprueban cómo me trata mi amante, o tan sólo les veo desinteresados en lo que me sucede, no me concentro del todo, y el sexo que me penetra todas las noches me desgarra el interior sin poder lograr placer alguno. Entonces, les grito y les ordeno que se vayan, aunque no me hacen caso, y acaban riéndose de mí y haciendo una gran burla a mi costa. Mi amante no me entiende porque no me cree, y me suelta que él no está para fantasmas. Mi hermana y mi madre sí creen lo que les digo. Me dicen que estoy loca, porque me creo rodeada de fantasmas. Pero yo sé que son ellos en su realidad de siempre, y no fantasmas. Pues las fotos de la pared bien los retratan a la perfección (y están como siempre), y las ropas suyas que atesoré en mis armarios a lo largo de estos años son las mismas que llevan puestas cuando me miran. Son reales, muy reales, y no fantasmas, porque sé muy bien lo que hacen conmigo cuando mi amor se va. Y es más, más, mucho más.

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