LA MUY APROVECHABLE LABOR DE “FIRST DATES”

Aun no gustándome nada -pero nada- los programas televisivos en los que las personas interactúan (valga el eufemismo), hay uno que veo habitualmente, no por propia iniciativa, sino porque cuando ya a principios de la noche nos disponemos a ver una película o un par de episodios de alguna serie, hay unos cuantos minutos previos, en los que acabo viendo lo que ya mi pareja está viendo en la pantalla. El programa no es otro que el archiconocido First Dates, presentado con sobriedad por el incombustible y polifacético Carlos Sobera.

Digamos de entrada que aun siendo un espacio donde el tema del corazón es primordial, no es “un programa del corazón”, donde el cotilleo maledicente, la mala baba vengativa, las exclusivas de talonario, la jeta picaresca, el amarillismo más infecto o la estupidez neuronal de serie, aparezcan por ningún lado. Es un programa donde los participantes únicamente van a intentar lograr una pareja, aun con todo lo que este concepto difuso conlleva. No digo más sobre él porque todo el mundo, lo vea o no, lo conoce. Si lo traía yo hoy a este reducto, es porque quiero explicar por qué verlo me suscita interés. Y ello, pese a que el programa manipula los datos de determinados invitados para que determinados emparejamientos no sólo sean difíciles, sino imposibles (hasta el punto de que algunos no han llegado a sentarse, y se han marchado, al ver y tratar mínimamente al elegido/a que les “tocó en suerte”. Esto tiene que ver con audiencias, y con cierta pimienta necesaria, porque si todos acabaran bien, el programa resbalaría en su propia melaza. Pero aun así, las situaciones que propicia también son interesantísimas para contemplar, analizar, discutir y sacar provechosas conclusiones.

Porque lo que más me interesa de First Dates, para mí, es que ofrece una vitrina sociológica de primer orden, donde se puede observar con detenimiento lo que la sociedad española es hoy: mestiza, tradicional, progresista, reaccionaria, integradora, xenófoba, tolerante, radical, moderna, popular, avanzadísima, retrógrada, etc. Es decir, muy variada en sus propuestas, gustos, planteamientos, pretensiones. Una sociedad muy plural que queda en evidencia a poco que se vean dos o tres programas.

El peso de la inmigración, de la mezcla de culturas y mentalidades étnicas; la pluridiversidad en materia sexual que circula a diario entre los invitados; la diversidad de razas que convivimos en este país; la convivencia entre gente de valores anticuados (o reaccionarios) con personas con criterios avanzados (o radicales); todo ello nos brinda un panorama con el que resulta imposible aburrirse. Porque nuestra faceta voyeur y cotilla -aquí sí- participa activamente, y llegamos a opinar y tomar partido por algunos y criticando de forma inmisericorde a otros, con lo que también nos vamos retratando nosotros mismos, de paso. Y eso también debería hacernos reflexionar y sacar oportunas conclusiones.

El programa permite además que lo que hemos llamado lenguaje gestual o corporal, va indicándonos multitud de informaciones que permiten prever el resultado del encuentro, que vaya siendo muy evidente antes de la conclusión de cada encuentro. El modo en que se usan los registros lingüísticos, las jergas, y el tono que los acompaña; cómo se dialoga o cómo se impide hablar al otro; cómo se pregunta con interés o simplemente se espera a que el otro nos pregunte; los silencios o las risas; los gestos con el pelo, con las piernas, con todo el cuerpo; las miradas penetrantes de deseo ya desde el primer contacto visual o las miradas de recochineo o directamente de desprecio; las vestimentas y los complementos, que tantos datos proporcionan. Todo ello se despliega a pequeños bocaditos que van alternando las diferentes parejas que cenan en este plató-restaurante en cada programa.

Para la mayoría de las personas, el resto de los grupos sociales a los que no pertenecemos nos parecen algo ajeno, desconocido, que nos produce miedo en ocasiones y puede llegarnos a parecer desechable, o en los peores casos, eliminable. Sin embargo, First Dates aboga por mostrar la múltiple diversidad sin intervenir demasiado, dejando que cada uno de los participantes sea él o ella lo más parecido posible a como son en realidad. Y esa realidad es riquísima en matices. Contemplar esos matices, saber que existen, que al fin y al cabo, pese a todos los ropajes o afeites con que nos revistamos, todos estamos desnudos en el fondo, y en cuestiones emocionales más. De esa forma, todos nos retratamos con gran fidelidad, y contemplamos a su vez muchos retratos de múltiples realidades que de otro modo no conoceríamos ni aun viviendo varias vidas. Me parece que dar por habitual que los modos en que una persona puede relacionarse, desear o amar a otra -independientemente de su género, condición, procedencia, religión, trabajo, etnia- son infinitos, ya es una enseñanza que, si de verdad calara nos haría avanzar mucho eliminando prejuicios, evitando miedos por desconocimiento, y probando -quizá- algo que jamás habríamos pensando que haríamos y que -quizá- pueda ser lo que nos cambie la vida. Sólo por eso ya el programa merecería todo el reconocimiento de todo el mundo. Incluido alguien que apenas ve televisión, como yo mismo.

2 Comentarios

  • Isabel
    Posted 6 de marzo de 2024 14:12 0Likes

    Una descripción muy acertada de este popular programa que nos tiene hipnotizados a muchos😍

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 6 de marzo de 2024 18:13 0Likes

      Muchas gracias por comentar, Isa, pero intenta deshipnotizarte, no sea que el programa te abduzca definitivamente 🙂

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