LAS INGENUAS EXPECTATIVAS DE LA ENTREVISTA DE ÉVOLE AL PAPA

A ver, centrémonos. ¿Quién es el Papa? Un varón jesuita argentino, de avanzada edad, ascendido al máximo escalón de poder, mediante elección directa del cónclave sobrevenido tras la inusual abdicación de su antecesor, Benedicto XVI. ¿Qué es el Papa? Según la organización religiosa que dirige, es el representante de Cristo en la Tierra, o sea, su portavoz, es decir, el líder religioso absoluto del catolicismo, el más seguido de las múltiples variantes de cristianismo. A mayores, es el soberano o máximo mandatario político del minúsculo estado del Vaticano, el más pequeño del mundo, con un kilómetro cuadrado de extensión, y apenas 1000 habitantes. Dicho estado es una teocracia o monarquía absoluta, curiosamente electiva, en la que la totalidad de los altos cargos (obispos, arzobispos y cardenales) son varones. ¿Cuáles son sus poderes? Dentro del Vaticano, todos. Fuera de él, en teoría ninguno, aunque cuenta con la ascendencia de ser el líder espiritual del más numeroso sector del cristianismo, que profesan muchísimos fieles en todo el mundo (casi 1300 millones, según las últimas estadísticas). ¿Cuál es su perfil personal/profesional? Más progresista o aperturista que los dos últimos papas, de lo que ha dado muestra con varios gestos en ese sentido, aunque con muchos peros en varios asuntos controvertidos, lo que suscita a su vez otros interrogantes.

Sigamos centrándonos y concentrándonos en ciertas expresiones que aclararán algo el asunto.

  • “Varón jesuita”
  • “Líder religioso absoluto”
  • “Jefe de Estado”
  • “Teocracia”
  • “Monarquía absoluta electiva”
  • “Poderes absolutos”
  • “Jerarquía exclusivamente masculina”
  • “Ascendencia y predicamento sobre cientos de millones de fieles”
  • “Progresista o aperturista”

A estos conceptos, hay que añadir varios datos objetivos que aquí no analizaremos, para que el tema no se escape por donde no debe.

  • Escándalos de tipo bancario y financiero
  • Escándalos de connivencia con dictaduras o totalitarismos
  • Escándalos de abusos sexuales, conocidos, pero encubiertos
  • Irracionalismo propio de cualquier religión en determinados asuntos sociales (cuestión de género, sexualidad o aborto)
  • Capacidad de influencia enorme a través de los medios y de los púlpitos
  • Conservadurismo ancestral, aparcado sólo en un par de ocasiones.

Y además de todo lo antedicho, conviene no perder de vista que el Estado Vaticano hoy tiene reducidísimo su territorio, en comparación con lo que fue, pero no hay que olvidar que es el más antiguo de la Tierra, con más de 1500 años de vigencia, y que no se sobrevive tanto tiempo y en circunstancias tan distintas y a menudo adversas, adoleciendo de honestidad, coherencia doctrinal, compasión y empatía.

Y, con todos estos datos presentes, que se olvidan a menudo, ¿se podían mantener las expectativas que los cándidos manifestaron sobre la entrevista del admirable Jordi Évole? ¿O se justifican sobradamente las ambigüedades, los oscurantismos, las desviaciones de tema de que hizo gala el soberano cuando el osado periodista de Salvados planteó las preguntas incómodas? ¿O qué esperábamos?

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