HITOS DE MI ESCALERA (42) -I-

En la vida de toda persona hay momentos clave. Es lo que trato de reflejar en esta serie. Mis Hitos son justo eso: mis momentos clave. Pero, dentro de ellos, los hay que resultan ser estructurales, de una importancia capital. El mío tuvo lugar en 1990, justo en lo que ahora podría representar la mitad de mi vida. A mediados de ese año cambió todo, y nada volvió a ser igual.

Habíamos dejado la anterior entrada con mis coqueteos con la fotografía y el revelado; con mi advenimiento a la revista Campus, con mis artículos en El Diario de León y El Mundo; también, mis fracasos con las becas de investigación, y mi decisión forzada de plantearme opositar. Pues bien, esa decisión tuvo lugar en febrero de 1989, y desde ese momento, hasta junio-julio de 1990, ese año y medio escaso, constituyó mi “período opositor”. Que fue cualquier cosa, menos opositor.

Del sistema selectivo por excelencia, no voy a decir nada, porque ¿para qué? Lo que sí puedo apuntar es que yo nunca fui el típico opositor. ¿Y por qué? Pues porque tenía clarísimo que no las iba a aprobar. Por eso, no me comporté como el típico aspirante que se encierra, aísla y estudia a todo meter para enfrentarse a sus oponentes. Yo seguí haciendo lo mismo que los meses previos, con la tremenda carga de la revista Campus -que era mi tabla de salvación real-, con mis fotografías, con mis desfiles de modelos, con algún que otro viaje importante (Madrid, Valladolid, Bretaña). Hacía lo mismo, sólo que ahora había una salvedad: yo leía un temario, que me había agenciado gracias a la novia de un amigo y al concurso inestimable de la fotocopiadora de la oficina de mi padre.

Nótese que acabo de decir “leía”. Porque, estudiar, lo que se dice estudiar, no estudié. Ya no podía. Me había vaciado. Y cinco años sin hacerlo desde que terminé la carrera, me habían desconectado por completo. Yo ya era “muy mayor”, me decía, para esos menesteres memorísticos. Pero como por fortuna de lo que trataba la oposición era de todos esos temas que me sonaban, y la mayoría me eran gratos, leer aquellos temas no me supuso trauma alguno. He escrito “la mayoría”. Porque los referidos a la Geografía, que nunca contó con mis preferencias, quedaron vírgenes, sin leer ni siquiera un folio. Fue  una decisión consciente, pese a la inconsciencia. Una apuesta muy impropia de mí. Pero, sí, así fue. De los 96 temas de la oposición, había 42 de Geografía, 42 de Historia, y 12 de Hª del Arte. Mayoría, sí. Los 54 últimos ganaban a los 42 primeros. Mayoría simple a nivel estadístico. Mayoría por goleada, a nivel mental. Pero, insisto, sólo leer. Y mirar miles de fotos de Arte. Y mapas. Nada más. Y así, burla burlando, el día 12 de junio, terminé la 4ª lectura de los temas elegidos. Y ahí di por concluida mi “preparación”. El resto del mes ya no hice sino mirar fotos de obras artísticas. ¿Para qué agobiarme? Si iba a suspender igual…

Entre medias, el progresivo enfado de mi madre, que veía que su hijo no hacía las cosas como había que hacerlas e iba a despeñarse, tirando por la borda años de diligente aplicación. Y cada 15 días, más o menos y con preferencia los martes, me caía una bronca considerable, a la que apenas podía oponer resistencia, pues la asistía más razón que a una santa. (De todo ello hay constancia en mis diarios, y descubrir ese patrón bi-semanal con el tiempo, me hizo una gracia que en el momento referido no le encontré por ningún lado). Entre medias también, la ejecución del infame curso para obtener el CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica), cuyos profesores, en su totalidad, que en teoría debían enseñarnos a enseñar, no tenían -y perdóneseme la expresión- ni puta idea de comunicar nada. ¿Tuve mala suerte? Tal vez. Pero visto lo que veo en algunas facultades de pedagogía… En fin, que también esto generó broncas, sólo que en esas ocasiones quienes las iniciaba era yo contra aquellos impresentables. Aún no entiendo cómo no me acabaron echando. Porque yo litigaba con ellos con la tranquilidad del irresponsable y de quien sabe que, como iba a suspender igual, todo daba lo mismo. Lo único que se salvó de aquel despropósito fueron las dos (¡2!) clases prácticas que hube de impartir a un grupo de COU, sobre las causas de la I Guerra Mundial.

Y con el certificado en la mano, y yendo a la biblioteca a ver fotos y fotos, pues ya no aguantaba el ambiente en casa, los días de la oposición llegaron, avisando y sin avisar.

Pd/ Si deseas leer los anteriores Hitos de mi escalera, puedes pinchar en la categoría del mismo nombre, ahí arriba, a la derecha. O aquí

(Continuará mañana)

2 Comentarios

  • Emma
    Posted 19 de marzo de 2021 07:06 1Likes

    Acabo de desayunar. El día ha amanecido bajo la fina lluvia que aquí, en Asturias, llamamos orbayu, gris, tristón, nada que ver con el luminoso amanecer que nos regaló ayer.
    Leo tu preparación de las oposiciones y sonrío. A priori, parece la crónica de un éxito no anunciado. Vuelvo a sonreír.
    Mi gesto se tuerce al llegar al CAP, que también tuve que realizar, a pesar de ser maestra, por si, alguna vez, deseaba presentarme a otras oposiciones, a las de Medias. Ese CAP explica el valor que se ha dado a la educación en este país, el de la memorización pura y dura, el de fiar a incompetentes pedagógicos la preparación de la siguiente hornada de de incompetentes pedagógicos. Y así, generación tras generación hasta nuestros días.
    La realidad que vivimos hoy son los lodos de esos barros.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 19 de marzo de 2021 08:42 0Likes

      Yo más bien diría que se trata de la crónica de un fracaso anunciado, aunque puede ser que yo equivocara el tono en la narración. En cualquier caso, con aquellos mimbres, lo suyo era cargar, como le pasa a la mayoría aun habiéndose preparado bien.
      Ahora, lo de mi CAP fue de juzgado de guardia, aunque aquí no pecaría de originalidad, puesto que quien más quien menos pasó por ello. A mí, directamente, me encabronó. Y así lo pasé. Lo sorprendente es que no me echaran. O me dieran el pase final.

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