HITOS DE MI ESCALERA (42) -II-

Las oposiciones para Profesores de Educación Secundaria suelen comenzar a finales de junio y concluyen todo el proceso sobre la tercera semana de julio. En la época que trato, aún se podía uno matricular en varias comunidades, pues las fecha por fortuna no coincidían. De ese modo, multiplicabas las posibilidades de que los exámenes fueran favorables a los presupuestos previos. En mi caso, me matriculé en dos comunidades, más el territorio MEC (Ministerio de Educación y Ciencia, que englobaba las comunidades sin transferencias en educación). O sea, tres tiradas de ruleta. Mejor que una, pensaba yo. Aunque como sabía que iba a suspender, estaba tranquilísimo. Mi novia de entonces y mis amigos en general no entendían por qué aquella calma. “Te juegas mucho”, decían. Y yo respondía que sí, sí, pero como iba a dar igual… (A esas alturas, yo ya tenía redactados y listos, tres currícula para enviar a periódicos, revistas y agencias de modelos. Palabra y fotografía, por aquel entonces. Es de lo único que he sabido siempre).

En fin, el caso es que tres fueron las matriculaciones, y tres los destinos. El primero, fue Galicia, por proximidad, y porque de aquella aún no había las exigencias lingüísticias que luego vinieron. Me tocó el examen en La Coruña. Y allí me encaminé, con la correspondiente kilometrada de tren. La primera prueba constaba de una parte teórica: desarrollar un tema de entre tres, que son sacados al azar de una bolsa; y también una parte práctica: diez diapositivas de Arte, comentario de texto histórico, y “cosas” de Geografía. Los ejercicios de esta primera prueba no me salieron mal, pero tampoco salí de allí pegando brincos. Podía leer, llegado el caso. Pero de momento, había que probar las otras oportunidades. Volví a León un par de días, e inicié de nuevo en tren el periplo andaluz. Ésa sí fue otra historia.

El segundo envite fue en Andalucía, ya digo, y aunque yo había pedido Córdoba (por aquello de conocerla por fin), me asignaron Jaén. Pueden imaginarse al ignaro aspirante norteño en la capital andaluza, con casi 40º todos los días, yendo a opositar, alojándose en una pensión, donde para ducharse había que contar con la benevolencia o asentimiento de la malcarada dueña, y por poco rato, “que el agua no la regalan”. Natural que todo en Jaén me pareciera horrible, salvo la catedral y el parador nacional, que domina toda la ciudad desde el cerro de Sta. Catalina y desde cuya atalaya sólo se ven… ¡olivos, olivos, olivos! Lo único que alivió mi penosa estancia allí ese fin de semana previo al examen fueron litros y litros de clara de cerveza que trasegué sin tino para aliviar rigores térmicos tan extremos. Pero lo peor estaba por llegar.

La Junta de Andalucía -pienso yo- debía estar algo mosqueada porque corriera la voz de que allí era chollo sacar las oposiciones, lo que originaba que mucha gente de otras comunidades probara suerte allí. Y ese año decidió dar un golpe de mano. Con un examen absolutamente asesino. No con el tema, que ahí sólo interviene el azar, sino con las pruebas prácticas. Pues bien, de los tres temas, sólo uno fue de Historia, con lo que tuve que pechar con él, sin otra opción, aunque no era de los que más me gustaban. Pero donde me quedé perplejo fue con las prácticas. Vale que las de Geografía ni las hubiera tocado. Pero el comentario era de algo que ni me sonó por arriba ni por abajo. Ambiguo y complicadísimo. Aunque la puntilla vino con las diez definiciones de términos históricos (sólo me sonaron cinco) y, sobre todo, las diez diapositivas de Arte. De las diez sólo identifiqué ¡3! Esquinas, escaleras, detalles, partes menos conocidas, etc. Un “ir a pillar” en toda regla. Me salí del examen antes de tiempo, con desconcierto primero, y un enfado monumental después, para acabar concluyendo que había sido humillado en toda regla. No entendí que a un tipo que había sacado matrículas, ni le sonaran determinados conceptos, ni pudiera identificar ni por aproximación algunas obras de arte. Por supuesto, ni me planteé la lectura del ejercicio. Y me encaminé, desde allí mismo, a Madrid, vía autobús, soltando pestes de la capital jienense.

Ya en la capital, hube de dormir en la estación de Chamartín, pues no hallé pensión de mi presupuesto disponible. Así que, habiendo dormido lo que se puede imaginar, me encaminé al examen. La suerte no me fue favorable en el sorteo (otra vez dos temas de Gª, sobre tres), pero al menos la parte práctica fue NORMAL. Y pude realizar un examen decente. Nada maravilloso, pero LEGIBLE. Y con la misma, me regresé a León, a descansar de mis andanzas.

Pd/ Si deseas leer los anteriores Hitos de mi escalera, puedes pinchar en la categoría del mismo nombre, ahí arriba, a la derecha. O aquí

(Continúa -y concluye- mañana)

2 Comentarios

  • Emma
    Posted 22 de marzo de 2021 07:39 0Likes

    ¡Virxen santa! La Coruña, Jaén, Madrid. ¡Qué periplo!
    Antes de leer el siguiente capítulo, confío en que solo tuvieras que ir a leer a un sitio.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 22 de marzo de 2021 08:13 0Likes

      La solución, ya sabes, en el próximo capítulo en su pantalla amiga. Aunque esos periplos, con 27 años, se soportaban mejor. Me lo plantean ahora, y sólo con la propuesta, voy y poto

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