Cuando me llega el sueño, los objetos de mi escritorio se frotan las manos, porque saben que durante unas horas dominarán su espacio, y no podré usarlos a mi conveniencia, sino que disfrutarán de una libertad que durante el día les es imposible obtener. Cuando me llega el sueño, veo sombras que comienzan a moverse reptando y difuminando sus contornos, pero que en cualquier caso se me acercan, y me rodean, y me amenazan. Pero cuando me llega de verdad el sueño, comienzo soñando otro mundo, donde no hay mesas, ni objetos, ni amenazas. Entonces me río con grandes carcajadas, me despierto desconcertado, y todo vuelve a empezar, cuando me llega de nuevo el sueño.