DIME QUE ME QUIERES (MICRORRELATO)

Se acostumbró desde muy pequeño a pedir lo que necesitase. “Anda, dime que me quieres”. Desde pequeño escuchó siempre a su lado, la reconfortante frase: “Te quiero mucho, mucho”, aunque le resultara algo monótona en el tono. Pero él se sentía atendido por aquella voz y en determinadas noches era lo último que escuchaba antes de conciliar el sueño. Una tarde especialmente oscura y lluviosa, hastiado de soledad porque sus padres estaban fuera, requirió con urgencia la voz que le calmase. Pero esa tarde la voz no sonó. Repitió su deseo una y varias veces, con agresividad creciente, pero la voz no sonaba. Cogió entonces al muñeco y lo golpeó una y otra vez contra el suelo, contra la mesa, contra la encimera de la cocina, buscando una respuesta. La cabeza rodó a sus pies. Se sorprendió cuando oyó un entrecortado “Te qu…”, brotar de un lugar entre sus manos, lejos de aquella boca que se hallaba inmóvil a sus pies. Enfurecido, cogió un cuchillo y abrió la goma de aquel cuerpo inerte. No encontró nada que lo tranquilizara. Las pilas cayeron al final con mucho estrépito, sobre el parqué.

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