ANTAÑO, HOY, LOS DIOSES…

Antaño, los dioses se conformaban con votos y sacrificios que los humanos les ofrecían con regularidad. Sabían que ambos mundos son incomunicables, aunque sí se puedan observar el uno al otro en algunas ocasiones. Ellos decían que intervenían, y los creyentes miraban a otro lado, cuando se hablaba de las causas. La comodidad del pacto quedaba fuera de toda duda. Con el tiempo, el conocimiento en apariencia creciente, la sucesión de las civilizaciones, los avatares diversos de la especie, fueron evaporando las creencias en los dioses antiguos. Estos fueron quedando poco a poco relegados a los libros clásicos, perdurando en la memoria de los mayores. La mayoría se retiraron a su medio natural, a su Arcadia, su Olimpo, su Elíseo… Algunos, más persistentes en la memoria, transigieron en ser imaginados en materias nobles, como el mármol, el alabastro, el bronce de aleación proporcionada. Otros, los menos, admitieron cualquier material, aun deleznable, con tal de mantenerse presentes en el pensamiento de los hombres. A costa incluso de caricaturas horribles, distorsiones vergonzosas y herrumbres intolerables. Algunos, siguen todavía entre nosotros. Pese a todo. Pese a todos.

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