“MEMORIA DEL SILENCIO”, ANTOLOGÍA DE JESÚS QUINTERO

Leo libros antiguos y modernos. También, libros salidos ayer mismo. No tengo preferencias. No soy de los que piensan que se escribió mejor de lo que se escribe. Siempre se escribió más basura que maravillas. Lo que pasa es que pasado poco tiempo, la primera desaparece y las segundas brillan por su propia luz, manteniéndose en el recuerdo. Antaño había igual cantidad de mediocres y malos escritores que siempre. En porcentaje, digo, porque si hablamos de cantidad, ahora hay muchos más. Y aunque hoy también existen escritores y escritoras que sacan a la luz obras maravillosas, como su semilla cereal se halla al lado de la cizaña, no la detectamos con facilidad y necesitamos ciertas ayudas y algo de suerte. Ésta se nos presenta, a veces, “yendo de librerías” y repasando estantes aquí y allá. De vez en cuando, la oportunidad surge de improviso.

El libro del que hablaré hoy no es literatura, no está, pues, bellamente escrito, ni posee una estructura narrativa sólida, porque ni siquiera es narrativo; pero contiene mucha belleza, muchas palabras muy bien dichas y sentidas por muchas personas, muy diversas ellas Quien tuvo el privilegio y el arte de saberlas extraer fue uno de los comunicadores más importantes que dio este país. Un mago de la palabra, de los silencios y de las reflexiones, que atendió por apelativos curiosos y algo extravagantes: El loco de la colina, El perro verde, el de los Ratones coloraos, etc. Pero en realidad se llamó Jesús Quintero. Nos dejó hace ahora poco más de un año, con 82 años de edad, bien vividos.

Y pese a que así figura en la portada, con su nombre resumido y sin seudónimo, Quintero no es el autor en sentido estricto, porque lo que se muestra en esta obra es una compilación de entrevistas (más bien, fragmentos de ellas) y de reflexiones que realizó este periodista a lo largo de varios años de finales del XX y principios del XXI en una serie de programas tanto radiofónicos como televisivos, que se fueron sucediendo en el tiempo con algunas ausencias intermedias.

Quienes tuvimos -por edad- la suerte de escucharlo en la radio y verlo en la pantalla de televisión, tendremos una experiencia con este libro diferente a la de quienes -por edad- desconocerán su existencia, o ni siquiera les suene. Porque lo que hacía Jesús en sus entrevistas era algo memorable. Sin que importara el tiempo invertido, podía dejar unos segundos -que al principio parecían eternos- tras la respuesta del invitado, y con la mirada fija pausaba la siguiente intervención, dejando que quien ante él se sentara pudiera pensar bien lo que decía y cómo lo decía. Y esa mezcla de la espontaneidad de los entrevistados, incluida la suya misma, más la labor guionizada pero habitual de un tempo lento, hacía que su estilo tan personal resultara único; y en su momento, revolucionario.

El libro, cuyo revelador título es Memoria del silencio. El mundo desde la colina, editado este mismo año por Temas de Hoy, no sólo incluye los extractos de muchas entrevistas. También algo que hacía antes de y después de: es decir, sus propias intervenciones en solitario. Si en las entrevistas hay un porcentaje variable de la responsabilidad del encaje o de la disonancia -que también las hubo- entre dos personas, en estos textos previos o posteriores aparece él mismo en estado puro. Y sin embargo, para mí es el aspecto que menos me ha gustado en el volumen, porque ocupa un espacio bastante amplio, y son textos más para ser vistos o escuchados, con sus míticos temas de rock sinfónico de fondo, que para ser leídos. En su voz sonaban mágicos. Leídos, parecen excesivamente anafóricos y algo repetitivos. Aun así, algunos de esos fragmentos son antológicos y perdurarán en el tiempo, como, por ejemplo los titulados “Te estoy buscando a ti”, “Morir lentamente” o ese que se ha viralizado últimamente por las redes en su versión vídeo, donde comienza diciendo «Siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su vida (…)», y que da comienzo al capítulo más virulento del libro, titulado “A mis queridos hijos de puta”, donde la telebasura, la prensa rosa y otros circos son el blanco de sus aceradas pullas.

En poco más de 400 páginas, Rosa Ponce, una de sus ex-parejas, ha seleccionado algo de lo más granado que Jesús Quintero dio a luz en sus programas. Por ellos pasaron famosos de todo tipo, condición, cultura, estado civil, género, etc; políticos, folclóricas, literatos, artistas, músicos; también presos y personajes anónimos de la calle. Como el libro está dividido en bloques temáticos, algunos entrevistados repiten aparición. El que más, Antonio Gala, por quien Quintero sentía adoración, y a quien supo extraer lo mejor de sí en varios encuentros memorables. Como todo libro donde las entrevistas son la materia prima, la densidad del volumen acusa cierta heterogeneidad si se mira el conjunto. Pero hasta la más banal aporta algo. En eso sí que ha acertado la antóloga: en realizar un libro muy revelador, muy útil para comprender a este entrevistador mítico. Quienes no hayan oído hablar de él pueden conocer a un comunicador muy especial (desde su atildada vestimenta, su voz, su forma morosa e intensa de encarar el diálogo). Quienes ya lo disfrutamos en su momento, gozaremos de nuevo con su lectura, pero con el añadido de que mientras leamos, tantas palabras oídas y escuchadas y tantos programas vistos se colarán en el recuerdo, inevitablemente. Si además, se adereza la lectura con una banda sonora donde prime Pink Floyd, entonces la experiencia será redonda.

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