HITOS DE MI ESCALERA (52) -y II-

El tercer asunto que fue clave en esos años “vallinienses” fue una conversación, bastante subida de tono que tuve con nuestra inspectora de entonces, cuya estulticia en cuestiones docentes por fortuna no estaba agravada con un carácter agresivo y dominante, sino amable y paciente. Gracias a esto último, aquello no acabó con un expediente sancionador que acaso me habría ganado yo a pulso, aunque la razón -sigo pensando a día de hoy- me asistiera por completo. Hay que contextualizar tres cosas. La primera es que eran los años de introducción de la LOGSE (a cuyos bienintencionados creadores los dioses hayan reservado lugar destacado en los infiernos más dolorosos). La segunda, que yo había realizado varios cursillos sobre dicha ley, y que a esas alturas ya tenía claro que lo que se me proponía no cuadraba nada con lo que yo pensaba/sentía/razonaba acerca de lo que era el proceso de enseñanza-aprendizaje y, sobre todo, lo que yo pensé siempre de la cuestión disciplinar. La tercera, es que la conversación/discusión tuvo lugar en el bar del instituto, es decir, no fue una conversación oficial ni prevista, sino que brotó espontáneamente tras una reunión previa con el departamento en pleno. El asunto, por resumir, comenzó por mi absoluta discrepancia con los modos que inspección marcaba en cuanto al objetivo final que venía de Consejería: el número total de aprobados, que debía ser el máximo posible. En esto yo coincidía, pero en lo que mi oposición resultaba frontal era en los métodos para lograrlos. Y en la conclusión: si se debía aprobar “a cualquier precio”, yo advertía que no podían contar conmigo; y ante su idea de que si suspendían muchos en una clase el problema era siempre del docente, le dije -literalmente- que ni de coña. De ahí se derivó a abordar lo que filosóficamente se entiende por enseñanza/educación, y ahí se vio enseguida que ella era una política (de hecho, acabó siendo consejera más adelante) y yo un profesor. Y que no estábamos en el mismo bando. La cosa iba de desencuentros progresivos, y aunque ella no parecía alterada, yo, con la sangre más caliente, sí que lo iba estando cada vez más. En un momento determinado le pregunté cuántos años había sido profesora, antes que inspectora. No recuerdo cuántos me dijo, pero da igual. Los que fueran. El problema es que luego yo le pregunté si amaba la docencia. Ella respondió que muchísimo. Y yo le solté que entonces no entendía qué hacía en su puesto actual, como no fuera que necesitaba más dinero para pagar su hipoteca, porque si se es docente de raza, animal de aula como digo yo, ni en sueños se plantea uno pertenecer a ese cuerpo inspector, que sólo inspecciona papeles y no la práctica del aula, ya que los miembros de ese departamento son funcionarios en el peor sentido de la palabra. Fui grosero, aun sin usar malas palabras, lo sé. Pero me estaba reventando que alguien que tenía unas ideas tan cuantitativas y utilitarias fuera quien me tuviera que evaluar a mí. Me libró que esta señora era mayor que yo, más paciente que yo y más educada que yo. De lo contrario… ¿quién sabe? De todos modos, el equipo directivo, que también estaba por allí, la requirió para algo, y la conversación cesó algo bruscamente. Recuerdo que mi jefa de departamento, santa mujer, he de admitir, aunque algo pasiva, no sabía dónde meterse y temía alguna reacción al respecto. Le dije que no se preocupara, que si había alguna consecuencia, yo sería el responsable, y nadie más. Sólo faltaría. Uno es responsable de sus propias palabras, idea que aún hoy sigo afirmando con rotundidad del mismo modo. Al final, la discusión no generó consecuencias negativas para nadie, aunque yo aprendí muy bien lo que suponían los “compañeros” que en jerarquía eran nuestros inmediatos superiores. Otros dos episodios -ya en otro centro- que sucederían 12 y 14 años después lo acabaría de confirmar definitivamente, demostrándome que no me había equivocado en mi juicio.

Y ya por fin, he dejado para el último lugar lo más hermoso que me sucedió en ese instituto durante aquellos 7 años. Lo mejor de mi experiencia en el IES Valliniello (Avilés) fue el grupo de compañeros con el que contacté, y la piña que formamos, precisamente para hacer frente a los problemas que nos acuciaban a la mayoría. Todavía hoy tiene vigencia la paradoja de que algunos de aquellos compañeros sigan siendo de mis mejores amigos, y a tres o cuatro de ellos les profeso aún un cariño doble: no sólo por la unión mostrada ante las dificultades que aquel alumnado y el infausto equipo directivo nos planteaban (a los que plantamos cara con una oposición constante), sino por lo grato que me hicieron humanamente mi asentamiento en Asturias, el lugar donde más años -31- he vivido hasta la fecha. No se trataba sólo de personas con gran calidad humana, sino con altísima capacidad operativa, pues montaron dos iniciativas memorables que influyeron muy positivamente en mi devenir. La primera tenía como objetivo limpiar, descontaminar, adecentar y humanizar el espacio donde se asentaba un instituto ubicado en zona muy industrializada y que había sido siempre un centro donde se impartían enseñanzas de formación profesional, pero que ahora albergaba todos los estudios de la enseñanza secundaria. Se llamó “Movida Verde”, y fue liderada por Julio Guerrero y Ana Villanueva, personas cuya amistad todavía hoy cito con orgullo y cariño supremos. La otra, fue la redacción del proyecto educativo de un nuevo centro que se iba a abrir en Corvera, y que por concurso, mis compañeros acabaron ganando, por lo que al final pudimos “huir de la quema” (ellos, primero, de forma directa; yo, más adelante, dando un pequeño rodeo). Capitanearon el proyecto el ya mencionado Julio, Alberto Lorenzo y Ana Aguirregoitia, trabajadores incansables todos ellos.

El año 2000 la Consejería de Educación tuvo a bien cerrar las enseñanzas de ESO y Bachillerato en el IES Valliniello (Avilés), tras varios años de gestiones nefastas de uno y otro lado. Explicar el cúmulo de malas decisiones que condujeron a ello llevaría muchas páginas, y no es mi misión exponerlo aquí. Pero fue el final de mi etapa en ese centro, y pasé, primero como provisional, y años después como definitivo, al centro que mis compañeros llevaban dirigiendo ya hacía dos años, el IES de Corvera, donde me curtiría en otra etapa muy distinta por espacio de 17 años más. Pero eso quedará para otra ocasión. Por hoy, ya está bien, pienso yo.

Puedes ver el resto de los Hitos de mi escalera, aquí

4 Comentarios

  • Sasy
    Posted 29 de enero de 2023 21:02 0Likes

    Sabes una cosa? Algo ha tenido Valliniello para que a día de hoy, tantos años después, tú conserves amigos de esa época.
    Yo también los sigo teniendo, y seguramente muchos de ellos los recuerdes:
    Los Baro, Pedro y Miguel; Parte ( Javier Parte Martínez) el gracioso del grupo; Luisa y Patri ( junto a esta que escribe las 3 magníficas jajajja)… A pesar de la distancia que nos separa y los años que han pasado seguimos hablando y viéndonos cuando la vida lo permite, y sabes lo mejor? Que cuando nos juntamos parece que no ha pasado ni un solo día, seguimos siendo aquella pandilla de niñatos de la generación del Bachiller General jajajjajaj

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 29 de enero de 2023 23:00 1Likes

      Desde luego, no sé si era el lugar, si que de aquella todos éramos más jóvenes (e impresionables), o lo que fuere. Pero, sí, mis mejores amigos en Asturias los encontré allí. Y tres o cuatro de mis mejores ex-alumnas también estuvieron allí (tú e Inma sois con quienes más contacto tengo, pero también con Luisa, pues acabé dándole clase a sus sobrinas en Los Campos). Vamos, que sí, que algo había que…

  • Emma
    Posted 31 de enero de 2023 09:09 0Likes

    Podría llenar varios hitos con mi experiencia con la inspección. No todos negativos, la verdad.
    Como tú, nunca he entendido el papel de ese departamento ni a las personas que lo integran. Personas que, no nos engañemos, no soportan el trabajo en el aula, por mucho que afirmen lo contrario.
    No tengo mal recuerdo de “aquella” inspectora. Como inspectora. Como consejera ya es otro cantar (de los Cantares).
    Me hubiera gustado coincidir con aquel equipo. Estoy segur de que hubiéramos hecho muy buenas migas.
    De la que vuelvo de Luanco veo la mole. Está hecha trizas. Me da pena, porque los edificios, por feos que sean, no tienen la culpa de las tropelías que se hayan cometido al abrigo de sus muros.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 31 de enero de 2023 19:44 0Likes

      Seguro que yo también podría haber hecho buenas migas con algún inspector. Pero soy consciente de mis prejuicios. Y para mí, quien abandona el aula… Con todo, aun sin entender como tú ese papel, al fin y al cabo las tareas las definen las personas que las ejecutan, y ahí las posibilidades son muy grandes (y no todas negativas). Lo de la mole hecha trizas, ¿qué decir? Pena, pena, penita pena. Pero nunca dediqué una lágrima a llorar por el sitio, eso sí.

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