HITOS DE MI ESCALERA (52) -I-

Mi primer destino definitivo (IES Valliniello, Avilés) ocupó siete años muy importantes de mi vida. Podríamos decir que tras mi paso en León por dos institutos algo elitistas y sin alumnado problemático, lo experimentado en mi nuevo centro sería muy instructivo y enriquecedor, aunque la formación recibida acabara siendo muy dolorosa, aplicada con fuego en las carnes propias. Allí aprendí definitivamente que para ser profesor -triste es decirlo-, antes uno debe ejercer de policía. También comprobé que la hora de la verdad, por mucha ayuda que uno pueda recibir en los momentos de conflicto, en el aula se está solo frente al peligro, y que ya puede uno aprender a lidiar con las diferentes situaciones que impliquen problemas, porque como se espere apoyo externo, la frustración será la más habitual de las sensaciones cosechadas. También observé que los inspectores, que deberían velar por la calidad de la enseñanza no hacen nada por ese tema, aunque están siempre muy preocupados por recabar la mayor cantidad de papeles posible. Y por último, también experimenté con mucho placer que un grupo de compañeros bien avenidos, con ideas claras y arrojo suficiente, pueden no sólo hacer sobrellevar todos los sinsabores de un equipo directivo estúpido, prevaricador y antipedagógico, sino que pueden convertirse en amistades sólidas, que aún hoy perduran.

Este Hito no habla de una situación única. Pretende mencionar algunos de los momentos más aleccionadores que experimenté en ese centro, y que me sirvieron muchísimo en mi devenir docente.

La conflictividad social de ese instituto era notable, y a los que entramos nuevos en esos años nos pilló algo descolocados. Hubo quien no lo supo gestionar nada bien, lo que añadió un sufrimiento añadido a una situación que para nada era agradable. Aun así, no fue mi caso. Yo aprendí pronto a ejercer mi docencia con mano de hierro -sobre todo al principio de cada curso- para ir pudiendo soltar sedal a medida que pasaban los trimestres, aun con las debidas cautelas presentes siempre. Pero mis mayores problemas no fueron en el aula -que también los hubo-, sino en los pasillos, donde imperaba un desorden excesivo -no digo favorecido, pero muy poco controlado por el equipo directivo- que resultaba muy perjudicial para la tarea académica-docente y también para la educativa (que aunque van juntas, son bien distintas). El principal conflicto surgía cuando algunos intentábamos cierta intervención, bajábamos a ciertos energúmenos a jefatura para que se les aplicara la sanción correspondiente, y los tales sujetos salían de rositas día tras día, sin que los castigos fueran lo contundentes que aquellos desaguisados precisaban, y quedando aquellos profesores claramente desautorizados. El caso más sangrante de que yo puedo dar cuenta, y que fue la gota que colmó mi vaso particular, tuvo como protagonistas a un degenerado y a un imbécil. En dicho lance, el primero tuvo a bien arrancar el respaldo de una de las sillas de clase, colocarlo en el suelo del pasillo del segundo piso, montarse encima, agarrarse a la cintura del tarado de su amigo, decir “¡arre!”, y surfear a lo largo de unos 20 metros de tal guisa, con el agravante de que uno de los tornillos del respaldo rayó a lo largo de todo el trayecto las baldosas por donde discurrió la cabalgada. Al presenciar la hazaña, bajé a los dos interfectos a jefatura, donde se dudó de mi palabra, donde repliqué en voz alta, donde se riñó de palabra a los pre-delincuentes, quien salieron por la misma puerta por que entraron sin una sanción adecuada a su tropelía. Como dije, fue la gota que colmó el vaso, y desde aquel momento dejé de ocuparme del exterior para centrarme en exclusiva en el “interior”, o sea, el aula, donde yo era la única autoridad, que explicaba y aplicaba desde el primer día, y a la que me atuve siempre con gran coherencia. Quizá pequé de ilegalidad en algún caso (nadie piense en violencia física, sino en no seguir los buenismos estupidizantes de la “reforma”, aplicando el mucho más sano y contundente sentido común). Pero puedo asegurar que mis problemas fueron decreciendo curso a curso, porque la reputación que uno iba ganando se transmitía con facilidad, lo que me fue ahorrando esfuerzos y sinsabores a medida que pasaban los años.

El segundo punto importante tuvo lugar la primera vez que una alumna protestó de manera persistente su calificación de junio. No es que antes no se hubieran protestado mis calificaciones, entiéndase, pero era la primera vez que alguien a quien yo había dado clase planteó una reclamación oficial que hubo de tramitarse por los cauces normales. Estos implicaban primero una reunión del departamento, que evaluaba los documentos que yo aportaba (ejercicios evaluados, exámenes, calificaciones, extracto de la libreta, etc.), examinados los cuales mis colegas refrendaron la calificación que yo había puesto, que era un 4. Hay que tener en cuenta que la chica era lista, pero vaga, que cursaba el curso terminal de la ESO (4º), que daba acceso al bachillerato o a los ciclos de formación profesional, y que había ido de más a menos, razón por la cual el 4, a mi juicio resultaba inamovible (otra cosa habría sido si hubiera ido de menos a más). Hay que advertir además que le habían quedado tres materias pendientes, porque jugó con ello (se pasaba con dos suspensas), y la jugada le salió mal, porque no contaba con que mis advertencias constantes se materializaran en su contra. Entonces, bien asesorada en jefatura sobre cómo hacer estas cosas, reclamó la materia con la nota más alta, la mía. Tras fracasar en los trámites dentro del propio centro, el siguiente paso que dio fue elevar la reclamación a la Consejería de Educación en Oviedo. Hubo que fotocopiar toda la documentación referida arriba, elaborar los pertinentes informes oficiales, adjuntar valoraciones externas, etc. y, una vez con todo hecho, mandarlo a Oviedo, y a esperar. Yo tenía bien claro que el pulso lo iba a ganar yo, puesto que con aquellas pruebas en la mano (64 folios de expediente, que dejaban a las claras para cualquiera con un sentido objetivo que la nota era más que justa), cualquiera dictaminaría en contra de la alumna. Pero, no. Quince días después, la resolución fallaba a su favor, considerando que la “alta nota” del suspenso no era causa suficiente para “impedir” su acceso al bachillerato. Lo que se alegó sobre su comportamiento calculador, sobre que no aprobó más que un examen del principio en todo el curso, y su actitud “sobrada” y chulesca ante las advertencias previas, y todo lo demás, no sirvió de nada. Fue una gran lección para mí. Me enseñó que a “los de arriba” las preocupaciones de “los de abajo” eran muy otras, y que si habían ingresado en el sector “superior” era precisamente para no tener los problemas que teníamos los del piso “inferior”. Y me enseñó alguna otra cosa que aquí no puedo referir. Pero de primera mano, para mí, lo que supuso fue una bofetada en toda regla y un ataque frontal a lo que yo pensaba que era la enseñanza, la educación y la disciplina. La mala hostia no se me quitó durante varios días.

(Continúa mañana)

Puedes ver el resto de los Hitos de mi escalera, aquí

7 Comentarios

  • Sasy
    Posted 28 de enero de 2023 20:50 3Likes

    Lástima que no hubiera coincidido yo con la susodicha, que me hubiera quedado agusto diciéndole tres o cuatro cositas…
    Si algo me repatea en esta vida es la gente calculadora, aprovechada y que no sabe apreciar las cosas buenas que le da la vida ( que diría la canción jjjj) , y tú, mi querido Maestro, eres una muy buena cosa con la que cruzarse en la vida.
    Lo que está claro es que las altas esferas, sea en el círculo que sea, NUNCA entenderán a los que estamos más abajo.
    Como siempre, encantada de leerte Eduardo.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 29 de enero de 2023 11:51 1Likes

      Jjajajajajaajja. Me encanta esa faceta tuya de “defensora del universo” sin compañía Marvel que te respalde. Bueno, con su pan se lo haya comido. Aunque, por desgracia, estamos demasiado acostumbrados a que este tipo de personas-jeta medren en nuestra sociedad, yo me quedo con personas como tú, que lo que obtuvieras, poco o mucho, salía de tu currelo. Y lo demás son fruslerías. Gracias como siempre por estar ahí al quite, comentando, halagando… Muaaaa

      • Sasy
        Posted 29 de enero de 2023 14:47 1Likes

        Aún tengo callos en los codos, que lo mío era a base de horas y horas de darle al estudio.
        Pero todo esfuerzo tiene su recompensa, y aunque tu “notable – sobresaliente” me mataba viva aún conservo mi último examen con un ” EXCELENTE” escrito en rojo que lo llevo a fuego en mi vida.
        Eres el mejor, que lo sepas!!!
        Y dale al siguiente Hito que me tienes en ascuas!!!

        • Eduardo Arias Rábanos
          Posted 29 de enero de 2023 17:07 0Likes

          Es el único sistema que es válido para la gran mayoría de quienes no somos genios, sino individuos corrientes. Y las personas que vais de menos a más, asimilando por completo el proceso de aprendizaje habéis sido siempre mis mejores alumnos (con mayoría de mujeres, eso sí, como siempre). Así que ¡enhorabuena! Tú y yo practicamos el mismo procedimiento para conseguir lo que precisamos. Otro punto más de conexión. ¡Qué bien que coincidiéramos en esta vida!, ¿verdad?

          • Sasy
            Posted 29 de enero de 2023 20:52 1Likes

            Pues si Maestro, para mí es un orgullo haberte conocido y haber aprendido contigo.

  • Emma
    Posted 30 de enero de 2023 09:17 1Likes

    ¡Ay, Valliniello! Daría para escribir un guión que dejaría “Mentes peligrosas”, protagonizada por Michelle Pfeiffer, por los suelos. No por el alumnado, pobrecillo, con sus terribles historias familiares que impelía a unos cuantos (en masculino y en plural) a cualquier tropelía, con tal de que alguien les dijera “¿quién te puso ahí?”. sino por aquel equipo directivo sobre el que no me voy a pronunciar en público.
    (Recuérdame que te cuente una cosina del hermanísimo).
    A mí, Valliniello, me hizo polvo la moral, aunque también le debo mucho: nuestra amistad.

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 30 de enero de 2023 18:28 1Likes

      Pues sí, daría para guiones, en plural. Y bien es verdad que de mis palabras puede quedar la impresión de que el alumnado era penoso y deleznable, cuando lo cierto es que sólo eran dos o tres docenas de degenerados que, mal controlados por quienes debían, hicieron de aquel lugar algo de lo que huir a la primera de cambio. Pero también coincido contigo en que nuestra amistad surgió allí, y sólo ya por eso…

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