CONFRONTANDO CÁMARAS, ENFRENTANDO MUNDOS

Cuando tomé esta imagen estaba pendiente de la mujer que portaba el armatoste fotográfico, pues reconozcamos que llama la atención por inhabitual. Pero las que había hecho antes me parecían algo sosas, dado el lugar donde me encontraba (que me hurtó su rostro todo el tiempo), y decidí incluir alguien más en el encuadre para que equilibrara las masas, y quedara más “visible”. Aparecieron de continuo una pareja de jóvenes, un matrimonio mayor y una adolescente absorbida por la música de sus cascos, por ese orden. Las hice igualmente, pero seguía sin rematarme. Pero cuando apareció esa otra mujer, dije que ahí iban a quedar bien las dos. Cuando comprobé que sí, continué con otras cosas, y ahí acabó el asunto. Estaba de vacaciones. Había muchas cosas que ver y que aprender.

Más de nueve años después, buscando -como hago a menudo- imágenes que me sugieran historias, y ampliando en la pantalla varias de ellas, reparo en ésta, y recuerdo el momento. Pero reparo en que la mujer “acompañante” lleva un móvil en la mano que va consultando (aunque no se ve). También va comiendo un plátano, pero en este caso ese dato no me interesaba tanto para la “historia”. Ahora, lo del móvil y que éste lleve, a su vez, una cámara, me acabó de hilvanar una historia. Que en este caso es de confrontación. De muchas confrontaciones.

De apariencias: una es de pelo oscuro, la otra rubia; una de pelo liso, la otra rizado. De direcciones: ambas mujeres caminan en direcciones opuestas. De velocidad: la zancada de la protagonista de la izquierda es más acelerada que la cadencia de la fotógrafa. De intenciones: la de la derecha viene de trabajar, y se retira ya; la de la izquierda se nota que se dirige al trabajo, o a la compra, o a una cita a la que llega tarde… De tecnologías: el móvil de la mujer de la izquierda es minúsculo, poderoso, polivalente, multifuncional, modernísimo; el mueble de la fotógrafa es muy antiguo, de tamaño descomunal, debe pesar lo suyo, se maneja con dificultad y sólo sirve para una tarea. De ocupaciones: la señora de la izquierda podría ser funcionaria; la de la derecha es una mujer sin horarios, que se marca su propia jornada laboral. De pretensiones estéticas: la señora que va comiendo un plátano parece vestir de forma práctica, y acaso lo sea en todo; la artista (concedámosle por unos instantes el título) busca imágenes que la tecnología actual ya no puede dar, y las fotos que exhibe en el lateral de su cámara ambulante parecen elaboradas con mimo y calidad. Incluso de filosofía de vida: imaginamos a una de las dos trabajar con la paciencia del tiempo tranquilo; y a la otra apurar los segundos que a duras penas logra controlar.

Que, además, el encuadre muestre a ambas pareciendo ir una contra la otra, fue una casualidad que ejerce de disparador de imaginaciones, cuyo entrenamiento no deberíamos dejar de practicar ni un solo día.

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