COMENZAR EL AÑO LEYENDO

Mientras revisaba carpetas para colocar una foto que pudiera ser incluida un primero de año, recalé en este señor que, muy de mañana, leía enfrente de su puesto de artesanía, al brillo rasante de un sol estival. Lo hacía con mucha pausa, y apenas sin moverse. En el rato que estuve mirándolo, no levantó la mirada para ver si alguien entraba en su tienda. Su concentración era plena. Me emocionó entonces, porque además, nos encontrábamos en uno de los pueblos más bellos de Francia. Y ahora lo rescato para dar comienzo a este año.

Frente a ciertas circunstancias inevitables o perentorias, podemos bien poco. Pero siempre quedan alternativas voluntarias que pueden transformar la sensación que tales circunstancias nos promuevan. Ojo, que digo “la sensación”, no “la realidad”. Siempre hay que hacer tal distingo, porque si no, viviríamos plenamente engañados. Siempre nos quedarán los libros, esos amigos que casi nunca nos fallan, que ofrecen tanto y piden tan poco. Pero no hay que pedirles más que lo que nos pueden dar: conocimiento, estética, entretenimiento. Evasión también, ¿por qué no? Es una de las pocas drogas permitidas. Hagamos uso de ella a discreción. A los gobiernos no les gusta. Pero al menos son legales. De momento. Esperemos que las restricciones a que nos vemos sometidos de continuo y de modo diverso, no lleguen a ese punto que los nazis inmortalizaron en piras públicas en grandes plazas, o que tan bien supo adivinar Ray Bradbury en Fahrenheit 451.

Comencemos el año leyendo, amigos. A ser posible uno de esos libros que nos abra la cabeza, como sugería Kafka, y nos deje muy diferentes de como éramos antes de iniciar su lectura. Yo me pongo a ello de inmediato. Feliz año, y felices libros a todos vosotros.

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