LA EXTRAORDINARIA LUCIDEZ DEL PERIODISTA CHAVES NOGALES

En España no ha habido nunca muchos periodistas excelentes, pero también es cierto que en ningún momento de los tiempos contemporáneos ha faltado algún representante de tan exiguo club. En la época que nos ocupa había sobre todo tres: uno que era escritor, pero también ejercía de cronista para pagarse vicios (Josep Pla), otro que era también polígrafo, pero esencialmente periodista, con contactos en las altas esferas (Cipriano Rivas Cherif) y por último el que a mi juicio fue el mejor de todos: Manuel Chaves Nogales. Esta reseña no tiene por objeto hablar de su importantísima trayectoria, recientemente recuperada, sino de una de sus obras cumbre: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.

Hasta hace algunos años, su nombre ni me sonaba, pero cayó en mis manos una obra de Andrés Trapiello (Las artes y las letras), que lo mencionaba para bien, y sobre todo habla de él en varios episodios de su monumental diario Salón de pasos perdidos, donde ya me percaté que a este tipo había que echarle mano cuanto antes. Sin embargo, en la vida siempre hay más temas, autores, personas, vidas, etc. Pero con el confinamiento por la pandemia, las lecturas aumentaron, y quien me lo acabó de encumbrar fue la reiterada insistencia de Arturo Pérez-Reverte (en La cueva del cíclope, que recopila sus ya famosos tuits), quien lo pone por las nubes y lo recomienda a cualquiera que desee saber qué sucedió en la II República y sobre todo la Guerra Civil, de una forma carente de prejuicios y lo más cercano posible a la objetividad, el desapasionamiento y la lucidez. Los dos primeros calificativos, ya me los conozco yo, y de mis frustraciones pasadas podría yo compilar volúmenes y volúmenes. Pero el tercero, la lucidez, cada vez me atrae más, quizá por el contexto de mi propia actualidad, donde tanto la echo de menos. Así que me dejé aconsejar por el viejo y polémico ex-reportero tuitero, y recalé en este excepcional libro de relatos: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.

Ya el título merece mención. Quizá no por la primera parte, pero los tres sustantivos plurales del final resumen a la perfección los tres tipos que se dieron en la fratricida contienda. Porque lo que se va a leer en dichos relatos (llamarles cuentos me parecería algo frívolo) son diversos episodios narrados como si fueran ficción, aunque durante el conflicto, casos como los expuestos abundaron por toda la geografía patria. Chaves Nogales no retrocede ante el horror de cada momento. No deja de señalar los desatinos de los protagonistas, amparados en la impunidad que otorgan las guerras; refiere con minuciosa precisión las injusticias que llevaron a cabo las fuerzas armadas oficiales y las extra-oficiales, de ambos bandos; refiere las venganzas que tuvieron lugar tanto en los frentes como sobre todo en las retaguardias, en las poblaciones ocupadas por un bando u otro; muestra la brutalidad de los nuevos comportamientos, a los que se da ya manga ancha, una vez comenzado el conflicto armado a gran escala; y, recorriéndolo todo, la claudicación del raciocinio y del diálogo, que dejan de servir como instrumento de convivencia y concordia, para dar lugar al dogmatismo fanático de “mis ideas son las buenas, y las tuyas son las malas, por tanto debo destruirte para que el mal desaparezca”. Pero además de esa visión terrible de la peor de las guerras, la que enfrenta a ciudadanos del mismo país, también ofrece una panorámica donde abundan los heroísmos de personajes que jamás habrían pensado llegar a serlo, o la compasión frente al caído, a quien se socorre, se oculta, se facilita la huida; también, una idea de la generosidad entendida no al modo religioso o espiritual, sino antropológico, como si emanara -como de hecho, así sucede- de la esencia más profunda de nuestro ser.

Con una prosa que huye de la simplicidad tanto como de la complicación, los relatos de A sangre y fuego bien podrían ser crónicas literaturizadas. Y nos muestran de un modo dolorosamente lúcido muchos de los momentos habituales de nuestra Guerra incivil, que dijera Luis María Anson. La impresión que nos deja es que dicha guerra no sucedió de un modo inevitable, no de forma determinista. La idea que nos deja dentro es que fuimos a esa guerra porque el odio, el rencor, la emoción y el sectarismo político destruyeron cualquier posibilidad de conceder al otro la posibilidad de ser considerado un ser humano. El otro se convirtió en una alimaña, en una bestia más, como se apunta en el subtítulo. Y como tal bestia, ha de ser eliminada. Aunque sin percatarse de que los modos en que eliminamos a la bestia nos convierten a su vez en otras bestias susceptibles de ser eliminadas por los otros.

La lectura de estos relatos no deja, sin embargo, lugar a dudas: en ningún momento el lector señalará un calificativo para los moros franquistas que violan mujeres; para los sindicalistas que expulsan trabajadores y los entregan a las milicias para ajustar cuentas pasadas; para los paseos nocturnos, diurnos, con testigos y solitarios; para las venganzas contra los eclesiásticos de los pueblos; para los fusilamientos de alcaldes; para las prepotencias de quienes acaban de obtener un puesto con poder y responsabilidades, y lo usan a su antojo; para los bombardeos alemanes que se regodean ametrallando civiles desde lo alto en la segunda pasada, una vez soltada su carga; para el miedo que se siente cuando todos vigilan y cualquier gesto puede ser lo que te condene a una muerte rápida e impune. Chaves Nogales no califica: muestra. Y muestra la sinrazón de los dos bandos. Muestra la miseria de unos y de otros. Nos radiografía, en suma, porque eso somos España, en definitiva.

Y todo ello, precedido de un prólogo modélico en su lucidez, en su análisis causal sobre lo que tuvo lugar a partir de julio del 36, que el maestro Reverte considera acertadamente que debería obra “de lectura obligatoria en el cole”. Es verdad que estamos muy saturados de “literatura de la guerra civil”. Yo mismo, cuando veo una obra de ese tema, suelo salir huyendo. Salvo que alguien me la recomiende con intensidad justificada. Como hago yo ahora con Vds. Léanla, háganme caso.

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