SEMPITERNO DESORDEN

Este desorden que me envuelve, soterrado y luminoso, ofrece a quien lo contemple la imagen veraz de mi propia impostura, que se aferra a ideas inmarcesibles, eternas, de la propia belleza y de los sentidos en su homérico combate contra el mundo y sus ensoñaciones diurnas.

Ese desorden recurrente, que aparece a intervalos, que supura la vehemencia exaltada de un personal juego de prioridades, habrá de generar otro yo al que espero, sin desearlo, que ascenderá por mi cuerpo hasta mis ojos con la calculada lentitud del intruso hasta que la vista me falle por fin y la oscuridad logre humillar lo que admiré del viento y del océano en su unión particular.

Entonces mi cuerpo —dirán los otros— tendrá motivos de temblor y mis ojos, como ahora, pretexto para el llanto.

Del libro inédito Prosas tristes, arias profanadas, 1998

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