JUICIO FINAL EN CONQUES

En Santa Fe de Conques, todo sobrecoge. La altura de las naves, la oscuridad parpadeante, el silencio interior. Ya desde la entrada, en el momento en que la robustez de los muros te apabulla recordándonos nuestra fragilidad comparativa. Pero, ante todo, mostrándonos que Dios es el supremo juez, que valorará al final la calidad de nuestras vidas y sus actos. En la portada, Cristo en majestad determina todo cuanto sucede a su alrededor. A su derecha, la serenidad homogénea y aburrida del equilibrio de los justos, custodiados por asépticos ángeles. A su izquierda, la sucesión diversa y contorsionada de todos los males que les aguardan a los impíos, conducidos por imaginativos monstruos que corporeizan el mal. A un lado, el aburrimiento indoloro, por toda la eternidad. Al otro, el horror perenne, multiplicado por la imaginación de los artistas medievales. Entonces, no cabía duda sobre la pertinencia del camino a seguir. Hoy, seguro que tampoco.

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