Me has rechazado tantas veces… ¿Por qué intentarlo de nuevo? Otra humillación más, no sé si la soportaría. Claro que, por otro lado… Mi amor por ti brotó puro, ausente de toda violencia inicial. Y nunca quise emplear mi poder para que me vieras con buenos ojos. Pero, dado que no te gusto, que me respondes desabrida y asqueada, y no parezco suscitarte sino desprecio, igual… Sí, ¿por qué no? A nadie debo explicaciones. Y tu actitud es tan insultante, tan llena de arrogancia, que bien mereces un mordisco transformador, que te haga contemplarme de otro modo. Y para toda la eternidad. La duda sobre qué sentiré yo cuando hacia mí te vuelques, arrobada, es otro riesgo que añade excitación al planteamiento, y no me atemorizan las consecuencias. Venga, pues, a mí tu cuerpo, que de tu alma y de mis pasiones ya me ocuparé más adelante.

Del libro inédito Micrólogos