PRENDIMIENTO DE CRISTO (ATRIBUIDO A GERARD SEGHERS)

Lo primero que pensé cuando vi este lienzo, del que no tenía referencia alguna, ni me sonaba de nada, fue que aquello “parecía” de Georges de La Tour, el pintor barroco francés seguidor de Caravaggio, que hizo de la luz de las velas un modo de reflejar la pintura como no se había visto hasta entonces. Pero cuando leí la cartela, resultó que no. Que el cuadro tiene una autoría problemática, sobre la que los expertos no se ponen de acuerdo. El letrero lo señala como atribuido al pintor caravaggista flamenco Gerard Seghers, de quien no sabía nada antes de ver esta bellísima obra, y de quien apenas sé nada ahora.

Por lo general, no me gusta mostrar cuadros enteros, porque la calidad de la fotografía nunca refleja bien los colores, y porque la pintura no es el arte que más me emociona, aunque muchos detalles sí que lo hacen, y es lo que suelo fotografiar en los museos. Pero este caso es algo excepcional, por lo que en él se podrá apreciar.

Centrémonos primero en las figuras que componen la escena, que se muestra como un friso de medias figuras. En la oscuridad se adivina una linterna o antorcha, oculta por el soldado de espaldas. Esta única fuente de luz se derrama sobre rostros y manos, en una magistral secuencia que guía nuestra mirada, desde el muchacho de perfil al grupo que forma Judas besando a Jesús, en presencia de un soldado atento a la señal, y de Simón Pedro, que ya está desenvainando espada para repeler el ataque de las tropas romanas; por último, a la derecha, un par de figuras de gran expresividad parecen ahogar un grito. La sorprendente serenidad del rostro de Jesús -que acepta el hecho como algo anticipado y necesario- no es antitética con los demás. Salvo las figuras del fondo, que casi gritan, las demás no resultan particularmente dramáticas. Hasta el colérico Pedro, a punto de atacar con espada; o el traidor Judas, en su beso, muestran unas caras apacibles.

La fuerza dramática, sin embargo, es muy intensa, y la presencia de mayor número de sombras que de partes iluminadas genera un volumen mostrado y otro por imaginar, esencia misma del barroco tenebrista, que ya Caravaggio iniciara en Italia a principios del XVII.

Fue, sin duda, una de las sorpresas más impactantes del extraordinario Museo de Bellas Artes de San Fernando, la última vez que lo visité. Me quedé con las ganas de poder contempla otra obra más de mi admiradísimo Georges de La Tour

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