ÁFRICA EN ORBANEJA DEL CASTILLO

La erosión y el azar logran convertir lo que es materia dura y amorfa en algo que parece haber sido modelado hasta lograr recrear una forma reconocible, de un modo aparentemente sencillo, como si en algún momento el material hubiera sido blando. La caliza es una roca que da muchas gratificaciones a quienes amamos la escultura, la geología, el arte y el azar. Hay muchos ejemplos de modelado erosivo que son muy conocidos (la Ciudad Encantada de Cuenca, el Torcal de Antequera, las Tuerces en Aguilar de Campóo, la montaña barcelonesa de Montserrat, etc., sólo sin salir de la España peninsular). El que aquí muestro hoy es menos conocido, aunque el pueblo es mucho más famoso.

Orbaneja del Castillo, al norte de la provincia de Burgos, es uno de esos pueblos hermosos que acabará muriendo de éxito, por la cantidad de visitantes que concita sobre todo los fines de semana; tanta, que a veces surgen atascos monumentales que acaban siendo objeto de titulares de prensa. Su emplazamiento, en uno de los cañones del curso alto del río Ebro, ha sido modelado por el agua de este río, en un proceso que se denomina como kárstico. Y en su paisaje, destacan dos elementos: una cascada imponente que brota en la surgencia de la Cueva del Agua y atraviesa toda la villa, hasta desplomarse en el propio Ebro, que circula abajo del cañón; eso, por un lado. Y, por otro, las cresterías rocosas que “protegen” todo el entorno en la parte superior, a modo de almenas de una fortaleza. En realidad, yo creo que ése es el verdadero “castillo” de Orbaneja, su protección natural; porque del teórico castillo medieval que da origen al topónimo, no ha quedado ni rastro.

Pues bien, en esas almenas kársticas hay un elemento que siempre me llamó la atención. Es un hueco completo en lo alto de un farallón, ya al extremo del pueblo, que, cuando uno se alinea de forma conveniente, recrea la silueta de África. Siempre que he ido, es uno de los motivos que más me apetece fotografiar, desde lejos o acercándolo con el zoom, aunque no siempre la luz es la adecuada para que quede bien nítida la oquedad. Ahí queda, pues, para solaz de quien por aquí se pasee.

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