ADÁN Y EL DINOSAURIO (MONTERROSO, DESVELADO) -MICRORRELATO-

De entre todas las criaturas creadas por Yahvéh-Dios, había una que fascinaba a Adán, aún ingenuo, aún inocente, todavía único: un dinosaurio que siempre se encontraba apartado de los demás. Un día decidió entablar contacto con él, pese a que lo retraía un tanto su descomunal tamaño. Pese a ello, el gigantesco animal no manifestó temor ni cautela por su proximidad. Pero cuando se disponía a hablarle, la inmensa mole desapareció de repente. No entendió nada, aunque como no era alguien dado a sesudas reflexiones, continuó observando por aquí y por allá, y poniendo nombre a todo cuanto veía, como le había ordenado su creador. Al día siguiente, volvió a divisar al dinosaurio, pero tan pronto como lo vio, desapareció de nuevo. Ahora sí de veras intrigado, preguntó a Yahvé Dios por tan sorprendente suceso. Este le respondió que no se preocupara, que aquel animal desaparecía cuando alguien leía un conocido cuento que se escribiría en tiempos futuros. Como Adán seguía siendo ingenuo, inocente, y único, no comprendió las palabras “leía”, “cuento”, “escribiría”; y todavía mayor sorpresa le produjo la expresión “tiempos futuros”, por lo que el primer hombre sobre la Tierra siguió sin entender nada. Aun así, como no era un animal reflexivo, y la felicidad llenaba de continuo su existencia primigenia, le pareció más sencillo dar por buena la explicación. Sin embargo, al poco rato, el dinosaurio reapareció de improviso, ramoneando en la copa de una encina, y la intriga lo asaltó de nuevo. Decidió quedarse inmóvil, antes de iniciar su acercamiento, a ver si se repetía el fenómeno anterior. Pero tanta novedad y la falta de entendimiento lo habían fatigado en exceso, y notó cómo la somnolencia le vencía, razón por la cual se tumbó bajo un sicomoro a descansar de tantas emociones. Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Del libro inédito Micrólogos

Deja un comentario