TODOS GANARON, LOS DEMÁS PERDIERON

Tras la consulta electoral, única e inapelable encuesta válida, sobrevienen -al igual que las plagas bíblicas- los balances, las explicaciones, las tomas iniciales de postura. ¿Que es el fin del bipartidismo? En absoluto: sólo un mayor número de invitados al reparto del pastel; hasta que por selección natural vuelvan a converger en lo de antes, con o sin las mismas siglas. ¿Que ha habido un terremoto político? ¿Que las cosas van a cambiar de modo radical? ¿Que se inaugura una nueva era en la política? Para nada. Sólo hay que repasar una a una las declaraciones de los principales líderes, tras conocerse los resultados definitivo. Según ellas, todos (¡todos!) han ganado y ninguno ha perdido: los que aumentaron sufragios, porque han derrotado estrepitosamente al taimado adversario; los que han perdido apoyo votante, porque han ganado de forma pírrica o mínima, y aguantar o resistir ya es mucho en los tiempos actuales; los que antes no estaban, pero acaban de asomar el cuello, piensan que todo está logrado y que todo lo anterior los prefiguraba, y que ahora empieza lo bueno; por último, los que han perdido muchísimos sufragios, hasta desaparecer en algunos casos de las instituciones, porque el agradecimiento a sus bases les hace crecer humanamente. La voluntad popular (sic) ha hablado, pero ninguno (¡ninguno!) de quienes lideran las agrupaciones ha sido capaz de decir la verdad, lo que realmente piensan o sienten, porque en política eso no está permitido. Sólo las lágrimas emocionadas de la vencedora en Barcelona le hicieron dudar a uno por unos instantes. Hasta que recompuso su figura, sorbió sus emociones, se disfrazó de nuevo con su papel recién estrenado y, contemplando a sus ruidosos seguidores, comenzó a hablar. ¡Albricias! Estamos todos de enhorabuena. Todos ganaron, a lo que se ve. Son los demás (los ciudadanos) quienes de nuevo volveremos a perder.

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