LA LECTURA DE ANTONIO MACHADO

El profesor de francés sale del instituto, algo cansado. La edad no pasa en balde, y los recuerdos lo mortifican aún. La imagen de su amada, muerta en plena juventud, todavía le atormenta y lo llena de remordimientos. La lectura es su único consuelo. Las clases le agradan, pero leer es lo único que le mantiene vivo, porque alimenta su necesidad de escribir. Y así, arrellanado sobre el banco, el poeta sevillano, peregrino por las resecas tierras de España, de intensos cielos, lee versos parnasianos y simbolistas, que le traen imágenes de antaño. En Baeza, tierra caliente, de acento más próximo a su forma de hablar, se recompone de infortunios y pesares. Bulle en su interior la materia lávica de la que brotará su próximo libro. Solitario y estoico, Antonio Machado lee, recompone sus jirones, mientras aguarda la llegada del siguiente verso, para que él pueda continuar también.

Deja un comentario