FRASES SOBRE EL ESTUDIO

Seguro que todos tenemos una idea personal de lo que supone estudiar, tanto por su faceta positiva, como por la negativa, que ambas resultan muy notables sin duda ninguna. Pero, además de ese concepto, basado en la propia experiencia, sería bueno que contáramos con el apoyo de otras autoridades que contribuyeran a aquilatar o perfilar su significado. Es tan fácil como acudir a un diccionario de citas, buscar la palabra y comprobar que antes que uno, muchos otros más cualificados trataron la cuestión, y encima dejaron constancia de ella.

Así, Jean Guitton nos recuerda que el estudiante es “un título que sólo se pierde en la tumba”. Yo cambiaría la expresión “se pierde” por “debería perder”. Bernardo de Claraval, en cambio, nos avisa de que “el que se educa a sí mismo, bien podría tener a un tonto como maestro”, por lo que el autodidactismo no se hallaría entre sus preferencias; sin embargo, todos hemos tenido docentes que eran más tontos que uno, y aun así se arrogaban el título de tales. La Rochefoucauld, pragmático él, recomienda que “es más necesario estudiar a los hombres que a los libros”, y acaso lo sea, pero me da que ese procedimiento es muy lento y muy localista y de resultados (más) fragmentarios. Claro que para algunos, como Montesquieu, representó “el remedio soberano contra el hastío de la vida”, de modo que su utilidad sublimadora queda bien demostrada si se conoce bien sus Ensayos. Aunque también hay quien piensa que “necesitamos estar aprendiendo siempre para aprender finalmente a morir” (Marie von Ebner-Eschenbach), cuando todo el mundo sabe que a morir no se aprende; se experimenta, eso sí, y ése es el último eslabón de conocimiento que tendremos en nuestra existencia. Claro que, si se tiene una idea más trascendente, como Mircea Eliade, se puede uno preguntar: “¿Qué es la capacidad de aprender, sino un aspecto de la eternidad?”

En lo que a mí respecta, debo decir que nunca me he cansado de aprender, y que el estudio forma parte de mi existencia como si de una segunda piel dispusiera. Y la prueba definitiva de esta afirmación es que cuando me preguntan cómo me gustaría morir, yo respondo con sencillez rotunda: “sin dolor y muy consciente”. Al decir esto todos, se sorprenden mucho y preguntan el porqué. Sin dudar, siempre respondo: “será mi último acto de conocimiento: saber de qué forma se muere uno”.

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