Desengáñese, joven, se lo digo yo. Ya sé que ha tenido usted mala suerte, y que debería haber llegado aquí con una edad como la mía, y no antes de tiempo. Pero lo aprenderá enseguida: la muerte no existe. No, al menos, como se la imaginan ahí arriba, del otro lado. No es un acabar. Es un comienzo. Sólo que…