Un día sin libros no puede ser completo. Yo, al menos, no lo concibo. Cuando por determinadas circunstancias no puedo leer nada que no sea la gallofa habitual de la prensa, la publicidad o los suplementos, hay alguna proteína interna que se queda a medias y cumple mal su función, contagiando a otras por contacto, e impidiendo que los goces,…
No sé cómo alejar de mí esta sensación de pesar constante, de perenne culpabilidad. Soy consciente de que entendí sin problemas cuanto me dijeron sobre aquella biblioteca medieval. Me acuerdo perfectamente de las palabras de aquella docta guía que nos habló de los famosos códices, sellados durante siglos, de los tipos de encuadernación, de la forma especial de guardarse, del…
Uno entra en una librería con la intención de impregnarse de los aromas que las palabras emiten, para hurgar por los anaqueles, hollar virginidades con perfume de imprenta y comprobar si la cacería surte resultado y alguna pieza resulta cobrada. A veces, lo que más nos sorprende no son los libros, sino el entorno, mágico, que se establece alrededor. Cuando…