EL PASTOR DAVID ENFUNDA SU ESPADA DE REY

Ultimada la tarea, David enfunda la espada, aún fresca de la sangre del gigante. En el semblante, indiferencia. En el cuerpo, el temblor reciente del desigual combate. En la figura, el escorzo de la gesta que el artista consagra. La honda no aparece: es material de pastores. La espada es la que lo define ahora, culminada su misión, anticipando las púrpuras de la futura realeza. Las sombras flanquean al héroe, le dan el marco adecuado para que lo contemplemos en su lasitud aparente. El pastor David anticipa ya quien será afamado monarca del minúsculo estado de Israel.

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