La sentencia ha sido firme: culpable. Yo ya lo sabía, lo supe siempre. Me arriesgué, asumiendo las consecuencias. Pero hay cosas que no se pueden elegir: van con uno mismo, o eso quiero pensar. Culpable sin atenuantes de posesión de libros de papel, de una impresionante biblioteca de más de doscientos ejemplares. Todos ellos, ejemplares raros, prohibidos, ocultos durante años…