OTRO COMIENZO DE DIARIO (A MODO DE EJEMPLO)

Durante muchos años, la mayor parte de lo que escribí lo hacía en mi diario, que había comenzado con 20 años, en 1983 (esto será referido en un próximo Hitos de mi escalera). Teniendo en cuenta que dejé de escribir en él hace una década, se podrá entender que a lo largo de tanto tiempo hubo períodos de mucha intensidad creativa, entre medias de otros de carestía o pereza. Pero siempre volvía a retomarlo. Y cada vez que “arrancaba”, volvía a ensayar un íncipit que diera sentido a la empresa que daba comienzo de nuevo.

Ayer, ordenando anaqueles para seguir haciendo hueco para mis libros, encontré un pequeño cuaderno en octavo, extraviado hace mucho tiempo, donde inicié unas páginas, sólo seis. Anoto aquí el apunte que le dio comienzo, como muestra de lo que solía yo escribir después de un período largo de incomparecencia mutua. La entrada es del 21 de junio de 1999.

“Blanco sobre blanco. Temor sobre los tiempos. Recuerdos de ballenas blancas y cegueras blancas. Comienzos trémulos, con sin saber por qué, hacia dónde y con qué objeto. Aun con todo, frescura en las manos, alborozo en perspectiva y miles de libros por leer que aún no han caído en mis manos ante la veracidad compulsiva y neurógena de mi existencia.

Puede resultar extraño que un librito hediondo, banal, temporero y prescindible viniera acompañado en su envoltorio de kiosco de un volumen titulado “Diario“, repleto de nívea virginidad, con cinta de lectura y todo, encuadernado en tapa dura y susceptible de acoger la morralla más atroz y la prosa lírica más excelsa. Es extraño, desde luego. Aparcado el vomitivo y circunstancial libro, me apropio de esta virginidad curiosa y atrapante, como medio, como fin, como bola de cristal, como lenitivo, como emético, como depositario, como compañero. O como nada de eso. O como todo junto. Y apunto esto a las tres y media de la mañana de un sábado anodino.”

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