PEQUEÑECES (MICRORRELATO)

Le gusta esa puta, porque además de hacer lo que a él más le excita, es una mujer culta, leída, que tuvo su momento dulce y lo dejó pasar. Pero cuando aún la hora no se ha cumplido, entre volutas de humo y alguna bebida del mini-bar, puede charlar con ella, que le da cumplida réplica. Hasta el punto de que el recuerdo de esa conversación es en ocasiones lo mejor del rato de alquiler.

Hoy le acaba de decir que va a dar un giro a su escritura, que está harto de batallar con esa novela que lleva escribiendo toda la vida. Que ha decidido pasarse al formato cuento, donde contar historias más breves, más asequibles, que no requieran tanta continuidad ni dedicación, y pueda dedicarle ratos cortos, sin jornadas eternas. Ella se le queda mirando unos instantes, y no responde, mientras apura el cigarrillo. Luego, lo aplasta en el cenicero, se levanta de la cama, y cuando comienza a vestirse lo apuñala sin aviso previo.

—Pues no sé, cariño. Si no puedes con la novela, mal podrás con el cuento, que exige argumentos más intensos, mayor ensamblaje entre las partes, unidad de estilo absoluta. Mayor precisión en todos los sentidos, vaya.

Como ve que él se ha quedado desolado por sus palabras y ha bajado en silencio la cabeza sobre el pecho, ella se compadece, le alza con ternura el mentón, alinea sus miradas y luego le guiña un ojo.

—Pero, tranquilízate, mi amor. Siempre te quedará la posibilidad de que alcances una mayor coherencia. Como eres persona escasamente dotada y predispuesta a acabar… digamos antes de tiempo, creo que la modalidad que mejor te iría será la minificción. Sí, eso es. Los microrrelatos puede que sean lo tuyo, definitivamente.

Del libro inédito Micrólogos

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