EL PROFESOR ENSEÑA, PERO SÓLO SI ESTÁ CONSTANTEMENTE APRENDIENDO

En estos días finales del curso, cuando todo está ya evaluado, y que son llamados -mal- “basura”, a veces suceden cosas prodigiosas.

El otro día, repasando como medio en juego el mapa de España, un chico me dice que no aparecen las islas Medas. “Las islas ¿qué?”, pregunté yo. Me lo volvió a repetir. Yo, atónito, respondí que ni me sonaban. “Pues sí, sí, están cerca de mi pueblo, Rosas”. “Venga, pues vamos a verlo”. Hoy, con internet en el aula es sencillo comprobar y verificar. Y efectivamente, ese día aprendí que hay un pequeñísimo archipiélago de islas frente a la costa gerundense así llamadas (Illes Medes, en catalán). Felicité al interviniente, y ahí quedó la cosa. Pero ayer, rabilando de modo parecido con el mapa de Europa, alguien me preguntó si me sabía todas las capitales europeas. Respondí que seguro que se me escapaba alguna, pero que la inmensa mayoría sí. Salieron varias a colación, que adiviné sin dificultad, como no podía ser de otra manera. Pero cuando preguntaron la de Liechtenstein, contesté sin más que su capital tenía el mismo nombre que el país, como Mónaco, San Marino, Luxemburgo, etc. A lo que el chico más introvertido de la clase dijo que no, no, que la capital era Vamuz. De nuevo atónito por partida doble, no sólo por la nueva noticia sino porque ¡hablara por iniciativa propia!, comprobamos, y efectivamente, así era. Aproveché la situación para felicitar al interfecto y auparle un poco para que engordara algo su ego, y de paso, quedarnos todos con el dato -algo estéril, pero que siempre nos puede dar un quesito de trivial-, asociándolo a algo que no conocían casi ninguno: el rincón de Ademuz, incrustado entre Cuenca y Teruel, pero valenciano administrativamente. Y así, aprendí de nuevo, como tantas veces me pasa.

Al margen, yo sé que las coincidencias existen. Aunque cada vez me mosquean más. Aun así, no creo que me acabe sumando a las legiones de seguidores de Iker Jiménez y adláteres. La razón todavía impera. Pero ayer, mientras revisaba un libro leído hace tiempo, me sale este subrayado:

En vez de enseñar, les conté historias. Lo que fuera, con tal de tenerlos callados y quietos en sus asientos.
Ellos creían que yo estaba enseñando.
Yo creía que estaba enseñando.
Estaba aprendiendo.
¿Y usted se consideraba profesor?
Yo no me consideraba nada. Era más que un profesor. Y menos. En el aula del instituto eres sargento instructor, rabino, paño de lágrimas, ordenancista, cantante, erudito de poca monta, administrativo, árbitro, payaso, consejero, controlador de vestuario, director de orquesta, apologista, filósofo, colaborador, bailarín de claqué, político, psicoterapeuta, bufón, guardia de tráfico, sacerdote, madre-padre-hermano-hermana-tío-tía, contable, crítico, psicólogo, el último asidero
.”

Frank McCourt El profesor, primer capítulo

Como para no hacerse preguntas incómodas o sospechar arcanos peligrosos…

2 Comentarios

  • Sasi
    Posted 22 de diciembre de 2020 20:10 0Likes

    Querido Maestro:
    Seguro que esto que te voy a decir te lo he dicho y te lo habrán dicho un millón de veces. Asistir a tus clases para mi era una gozada, aunque seguramente tú creyeras que yo era la típica diecisieteañera ( esa palabra existe? ) con el pavo subido jjj, te aseguro que cada palabra y cada gesto tuyo calaba hondo en mí. Me encantaba el entusiasmo que ponías!!!
    Aunque no lo sepas… me has enseñado tanto querido Eduardo….

    • Eduardo Arias Rábanos
      Posted 23 de diciembre de 2020 08:58 0Likes

      No me lo han dicho tantas veces, pero en ese punto no me quejo. Lo que sí me llama la atención es que para quienes mis clases no eran “una gozada”, y seguro que éstos serían mayoría, jamás hayan piado ni soltado inconveniencias. Eso siempre me sorprendió. Pero una opinión como la tuya aún me ruboriza, instantes antes de que engorde dos o tres kilos más de los que me envuelven. Es, te lo aseguro, de lo más hermoso que un ser humano -sea de la profesión que sea- pueda escuchar: que algo que tú haces influya de manera positiva en quienes están a tu cargo, y que esas personas aprendan conceptos, comportamientos, estrategias; crezcan, en definitiva. No es que no lo sepa, Sasi, es que cuando me lo decís -me lo dices- algo en mí se esponja tanto que levito. Y, de paso, quien también aprende, como digo en la entrada, soy yo, día a día, pues cada “hornada” es distinta, porque yo también lo soy. Mil gracias por tus palabras, que son las primeras que recibo en este nuevo espacio, que permitirá, estoy seguro, una mayor y mejor comunicación con quienes queráis compartir, criticar, comentar. Un abrazo fuerte, Sasi (de los de antes)

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