TRES SIGLOS UNIDOS, EN ADMIRABLE CONVIVENCIA

En pocos lugares de nuestro planeta pueden convivir tantas obras de arte de épocas distintas en un espacio relativamente reducido, cuya combinación no disuene a la vista, como en París.

Capital de un país donde han brotado muchos de los estilos artísticos más conocidos e influyentes, ha conocido momentos en los que la intolerancia pacata pretendió eliminar o impedir cualquier tipo de experimentación en el Arte, tanto en arquitectura, como en escultura y pintura. El caso de la Torre Eiffel, que se quiso demoler tras la Exposición Universal a la que sirvió de entrada en el Campo de Marte, es paradigmático en ese sentido. Curiosamente, acabó imponiéndose cierto sentido del “riesgo”. Al igual que cuando se presentó el proyecto de la Pirámide de cristal para ser ubicada en el centro de todo el recinto barroco, surgió una gran controversia, y algunos hablaron incluso de escándalo. Pero sólo hay que esperar un poco, aguardar a que las mentalidades se acostumbren, y luego la inercia y el avance de las ideas estéticas hagan su papel ensamblándolo todo con buena praxis. Hoy la obra del arquitecto Ieoh Ming Pei luce espectacular donde fue diseñada, y, al igual que la torre más emblemática del mundo, es otro icono imprescindible de la Ciudad de la Luz.

En la imagen, comprimida por el zoom largo, conviven sin dificultad tres obras encargadas por megalómanos geniales en su utilización del arte como propaganda de sus ideas abarcadoras y autoritarias. A la izquierda, una escultura barroca del taller de Gian Lorenzo Bernini, de fines del s. XVII (estatua ecuestre de Luis XIV), vista desde atrás. En el centro, vista parcial de una arquitectura conmemorativa neoclásica de principios del s. XIX (Arco de Triunfo de Carrousel), mandado construir por Napoleón Bonaparte, en memoria de sus victorias militares. Y fragmentariamente, a la derecha, apenas perceptible, parte de la inclinación de una de las caras de la Pirámide del Louvre antes referida, encargo de François Mitterrand, el único de los tres que fue elegido para el cargo de máximo mandatario, pero que no le iba a la zaga en egolatría y maneras. Las tres obras, ya digo, conviven sin dificultad, lo que no impide admirarlas de forma individual, una a una, con calma, desapasionadamente, prescindiendo de los motivos de quienes pagaron por crearlas.

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