PEDIR MIENTRAS SE LEE (O LEER MIENTRAS SE PIDE)

Hombre de mediana edad. Vestido con corrección y sin suciedad aparente. Con una mochila y un petate más pequeño por todo equipaje. Con lentes. Calzado de monte, cómodo. Y un libro grueso de tapa blanda entre las manos. Ante la mochila, un cartel que solicita ayuda. Y algunas monedas cosechadas desde que se sentara, hace rato, imaginamos. Mientras aguarda, hojea o lee.

A primera vista, parece un caminante, un peregrino. Pero ningún rasgo específico avala esta apreciación. Un análisis más detallado de la imagen no nos proporciona certezas, sino interrogantes Puede ser un hombre desahuciado por su empresa (o no haber trabajado en su vida), repudiado por su familia, (o carecer de ella), un caminante eterno que busca vivir sin ataduras (o alguien a quien no le ha quedado más remedio que aceptar la terrible situación. Mientras quienes pasamos a su lado, nos hacemos estas reflexiones (o pasamos sin más de quienes piden en la vía pública), el aguarda, hojea o lee.

Si acudimos a la nota, comprobamos que sólo aporta telegrafía. “Sin recursos. Una ayuda. Gracias. Madrid“. Ni un solo verbo. Pero se entiende todo. Podemos creerlo o no. Pero mayor economía de medios para decir qué le pasa, qué pide, de dónde es y el educado agradecimiento por lo recibido, no es posible. Bueno, tal vez si omitimos el artículo indeterminado. Pero entonces, sonaría mucho más melodramático, más irreal. Este hombre podría ser un excelente escritor de microrrelatos, en la subvariante minimalista anti-subordinadas. Y a caso lo sea. Aunque de momento, sólo sabemos que le gusta recorrer con la vista las páginas de un libro.

El mecanismo de la cámara le congeló en ese instante en que lo mismo puede estar calibrando cuánto le puede llevar la lectura del grueso ejemplar, como hallarse abstraído en una trama que le dará para unas cuantas horas en ese plan, o unos pocos días, con la suficiente dosificación. Lo que está claro es que el libro forma parte de su equipaje habitual. No es reclamo habitual en quienes piden por la calle. Es verdad que sabemos poco de él. Pero podemos imaginarnos cuanto nos dé la gana. En lo que a mí respecta, ¿qué queréis que os diga?, cada cosa que pienso sobre él, viéndole con un libro en las manos, me parece buena, justificativa, respetable.

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