DESMITIFICANDO A PICASSO

¿Qué pensarían ustedes si yo les dijera que Picasso es un mito sobrevalorado, a todas luces exagerado? ¿Y si lo acusara de tener una responsabilidad máxima en la degeneración de las artes plásticas que ha llevado al arte en nuestros días a las cotas máximas de estupidez, papanatismo, mercantilización y banalidad? ¿O que afirmara que su ansia de fama, dinero y posición le hizo comportarse de manera abyecta, miserable, con muchas personas (empezando por sus amantes, parejas, esposas), supeditándolo todo a ese objetivo capital en su vida? ¿E incluso que su legendaria capacidad prolífica para pintar cientos de cuadros en cualquier soporte produjo una obra que en sus tres cuartas partes es malísima, simples monigotes erigidos a categoría especial gracias a su firma, verdadero sello personal de identificación y de revalorización, una vez hubo puesto en marcha su marca personal, reconocible y cotizable (sin excepciones)? ¿Y si anotamos que en realidad es autor de una obra conjunta -muy extensa-, pero que jamás pintó esa Obra única, con mayúsculas, cuya trascendencia llegara por sí misma, y no como consecuencia de una asociación a elementos anejos (al escándalo, como las Demoiselles d’Avignon; o al oportunismo político antifascista, caso del Guernica)? ¿Eh, qué opinarían al respecto? Teniendo en cuenta que soy profesor, entre otras cosas, de Historia del Arte, ¿les cambiaría el concepto que tienen de mí?

Sería curioso realizar una encuesta. Aunque tal vez no hiciera falta, si les confesara que todas estas opiniones (y algunas más que omito) son las que pone en evidencia El pintor, la última obra (ópera) del gran bufón del Reino: Albert Boadella, también presidente de la aún nonata Tabarnia. Este genial transgresor demuestra que tiene tiempo todavía para su pasión de siempre: el teatro, bien sea el tradicional, el irreverente, o el que se acompaña de recitativos, arias, coros y ballets, vulgo ópera. Sabiendo quién es el autor de semejantes ideas, tal vez su opinión de usted varíe, ¿verdad?. ¿Sí? ¿No? Con todo, bueno les sería conocer que mis opiniones no llegan a ser tan contundentes, tan brutalmente demoledoras del mito más gigantesco del arte del pasado siglo. Pero también deberían saber que tampoco están tan lejos de las del irreverente y polémico dramaturgo. No demasiado. Sólo un poquito.

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