COSAS QUE ME FASCINAN (I)

1. La risa de un niño en un parque, producida por cualquier situación, por cualquier persona, en cualquier momento
2. Hallar una escultura cuya calidad no sólo me guste, sino que me atrape la mirada de tal forma que no pueda sapararme de ella, recorrerla a su alrededor, buscar sus huecos, sus posibilidades estéticas diversas. Y fotografiarla durante largo rato. Y saber que me llevo algo de ella conmigo en mi memoria. Y en mi cámara
3. Un par de cucharaditas de dulce de leche (o de crema de Speculoos) a media tarde, paladeándolas de a poquito, muy despacio, para que dure la sensación, y quedarme con ese sabor un buen rato en la boca. A ser posible, con los ojos cerrados
4. Planificar un viaje hasta sus últimos detalles, y luego improvisar sobre ellos para que dé la impresión de que soy más aventurero y menos racional de lo que en realidad soy
5. Dos o tres horas -té, café o cerveza de abadía mediante- con alguien cuya inteligencia ofrezca adecuado contrapunto a la mía, y ni la insulte, ni la desmerezca. Y salir con la sensación de que soy más que al principio del encuentro
6. Levantarme prontito un día sin trabajo (fin de semana o vacaciones) y, sin desayunar siquiera, iniciar un libro nuevo que llevo un cuanto tiempo queriendo devorar. Y continuar, hasta que la espalda aúlle y me obligue a
7. Dedicar toda una tarde a la tediosísima aunque imprescindible tarea de expurgar y clasificar fotos y, sobre la marcha, editar aquellas que más me gustan en el momento, y ampliar así mi almacén de reservas para los días en los que uno no pueda ni respirar
8. El movimiento central del concierto para piano nº 5 (“Emperador”, opus 73) de Beethoven , después de haber escuchado con idéntico éxtasis el concierto para clarinete de Mozart (K. 622). Y justo en ese orden
9. El repaso suave, cálido e inconsciente de los dedos de la mano de mi pareja cuando, en el cine, vemos una película cualquiera
10. Sentir la llamada impulsiva en cualquier momento del día (y de la noche) para escribir un microrrelato. Y dejar todo. Y escribirlo de principio a final. Y contemplar al final su rara, mudable y efímera perfección

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