LA INOCENCIA DE LA NATURALEZA

La naturaleza es inocente. Esto quiere decir que no se plantea un objetivo. Simplemente, actúa. Y lo hace del único modo que sabe: desgastar, acumular, compactar, transportar, combinar, transformar. Es inocente, pues no premedita. También, porque no es libre para actuar. La naturaleza combina muchas acciones para que la piedra se disuelva, la gravilla se acumule y se compacte, el agua se filtre, la química actúe. No lo hace para mostrarnos un bello paisaje o el poderío de su paciencia. Sólo actúa, sólo es, sólo deja que todo transcurra conforme las leyes de la física y de la química. No lo pude evitar. Pero luego nosotros recorremos su piel, alternamos la mirada a un lado y al otro, y en algún lugar hallamos equivalencias, formas, composiciones, ritmos, similitudes, patrones. Están todos en nuestra cabeza. La naturaleza no las creó para nosotros, pero nosotros queremos sentir que sí. La naturaleza se ríe de nuestra ignorancia. Pero sólo lo hace en contadas ocasiones: el resto del tiempo alimenta su amargura, doliéndose por nuestra estupidez.

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