15. Para poder llevar a cabo la tarea docente, quien tiene que aprender debe respetar a quien enseña. Si, a mayores, éste logra cariño, aprecio, estima, eso sya sería el optimum. Pero es difícil lograrlo sin un carácter adecuado, sin un gran caudal de conocimientos, sin pericia pedagógica, sin don de gentes, sin capacidad de mando, sin experiencia, etc. Por eso, si no se consigue el respeto de los alumnos, se ha de lograr al menos cierto temor. Si ni siquiera llegas a conseguir esto -que sólo te teman sería lo último-, es mejor buscarse otro empleo, porque la frustración (o el sufrimiento) sería constante. Jamás compensaría
16. La cercanía a un alumno o una alumna es algo muy delicado. La línea donde se encuentra el límite tolerado por la sociedad, por el docente o por el alumno o la alumna, es muy difusa y admite muchas variantes. Recomendaría la siguiente norma no escrita: la máxima cercanía que sea posible (sin que el respeto o el temor se quebranten; y sin que exista la más leve sospecha de acoso). Pero si no se sabe gestionar esa idea razonable, es más rentable una prudente distancia profiláctica
17. Confundir auctoritas (autoridad) con potestas (poder) es nefasto; también lo es basarse tan sólo en la segunda. Lo ideal sería hacer uso siempre únicamente de la primera. Pero nuestra sociedad (y nuestros respectivos caracteres) imponen un número creciente de prácticas con la segunda. Por desgracia. Ahora bien, sin ninguna de las dos, no es posible enseñar nada
18. Todo alumno merece una segunda y hasta una tercera y una cuarta oportunidad. Ellos deben captar nuestra falta de rencor o memoria para el mal pasado académico. En cualquier momento han de saber que pueden reintegrarse a la vía del aprendizaje en cualquier momento, sin ser señalados a cada poco por los errores pasados. Ellos -por increíble que parezca- no suelen albergar rencor hacia el enseñante. Nosotros debemos imitarles en eso con toda la energía de que seamos capaces
19. Cuando nos equivoquemos, no procede huir hacia adelante o cubriendo con mentiras algo que es lo más natural de mundo. Reconocerlo con presteza (y con humor) es la única vía posible. Incluso exagerando momentáneamente la impericia. Eso nos humaniza ante el alumnado, y también les permitirá una “pequeña victoria” sobre quienes habitualmente les mandan
20. Cuando se enseña, hay que ser exigente. Es el único modo de que los alumnos se superen continuamente. Les debes pedir mucho, pero no más de lo que les des. Y tampoco menos de lo que debas exigirse a ti como enseñante. Debes hallarte en permanente reciclaje de conocimientos, pues eres el encargado por la sociedad para transmitirlos en primera o segunda instancia. Tu labor como profesor no concluye nunca: es una de sus ocupaciones principales; también, una de las más gratas
21. De lo anterior se sigue que uno de los cometidos de la enseñanza es la promoción de la excelencia. Digo “uno” de ellos. No el único. Pero sin esa idea en la mente, no se avanza, se retrocede
22. Planificar lo que se va a impartir, secuenciar con cierta rigidez, es muy necesario si se busca llevar a cabo cuanto la ley marca en cada momento. Pero sin la posibilidad de la improvisación, de la capacidad de enlace con los miles de temas con los que relacionar aquello de lo que se esté hablando; sin eso, insisto, sólo se es un robot pedagógico, no un profesor sensu stricto
23. No hay obligación de saberlo todo, pero sí la hay de saber dónde buscar para encontrar la información que falta, recogerla y transmitirla después. No se nos pide una humillación pública en clase por la impericia, pero sí se ha de enmendar el desconocimiento o el gazapo a la mayor brevedad posible. Y llevar a cabo un propósito de enmienda, que vele por que no se repita demasiadas veces
24. Todo docente que, cuando enseña, no está dispuesto a aprender de sus alumnos, no será buen docente jamás. La prepotencia y el desprecio hacia quienes se debería tutelar y guiar, son malos raíles por los que circular
APUNTE FINAL
No hagas ni puto caso de decálogos, bidecálogos, bidodecálogos, ni mandangas similares. Céntrate en lograr tu propio modo de enseñar. Sólo así podrás ser el/la mejor docente posible