SOY UN SURREALISTA FRUSTRADO

Soy un surrealista frustrado, sí. Pero no por los presupuestos que podéis imaginar; tampoco soy tan revolucionario, ni tan osado, ni tan irracional. Si me habría gustado ser surrealista es porque, de ese modo, me aseguraría recordar mis sueños con una gran nitidez y podría reconstruirlos con todo lujo de detalles en mis escritos. Por desgracia, mi realidad es muy otra: casi nunca recuerdo lo que soñé, lo que me frustra todavía más, porque sé lo que me pierdo y porque sigo creyendo que soñar es vivir de otra manera. O sea, que pienso que vivo menos de lo que debería. Lo cual me sigue frustrando sobremanera.

Por eso, cuando cae en mis manos -virtuales- una obra como El surrealismo y el sueño, que recopila los trabajos de un congreso auspiciado por el Museo Thyssen-Bornemisza, se me afilan los colmillos, babeo de envidia (insana siempre), maldigo mis carencias biológicas y psicológicas, y miro de reojo a todo el mundo, por si me están mirando en ese momento. Luego, me tranquilizo, ojeo el libro, lo hojeo, lo repaso, hasta lo leo en ocasiones, me detengo en las imágenes de las muy bien elegidas obras de arte, en los fotogramas de películas señeras de este movimiento, y todos mis malos humores -líquidos- se evaporan ante la suerte de que disponemos hoy, al poder contemplar tantos sueños -de los demás- en los formatos artísticos que deseemos, y sólo a un golpe de clic. Si hoy pudiera soñar largo y tendido, y recordarlo mañana, ya iba a ser la repanocha (o la pera limonera, o ladediosescristo).

Deja un comentario