LAS MENTIRAS ETERNAS, SALVAVIDAS DE LA SUPERVIVENCIA

La mentira es tan antigua como el ser humano, o, mejor sería decir, como el lenguaje. No es desde casi siempre, pero casi. Y si casi siempre se mintió habrá sido por algo. Habrá tenido alguna utilidad, probablemente mucha. Cabría apuntar que la mentira ha creado al ser humano tanto como su propia evolución física y mental. Está bien, hoy me hallo un tanto hiperbólico. Pero pensémoslo bien. Y después de hacerlo, reflexionemos sobre su opuesta, la verdad, y preguntémonos cuál de ambas sobrevive mejor a nuestro contacto. Sin lugar a dudas, parece más humana la mentira que la verdad. Sí, aspiramos a esta última y la exigimos con vehemencia, pero ¿cuántos estamos dispuestos a asumirla hasta sus últimas conscuencias? La mayoría de las verdades nos escuecen, quizá porque construimos nuestra vida sobre un racimo de mentiras, civilizadamente construidas para la supervivencia. De ahí que estemos más acostumbrados a mentir que a ser sinceros.

Las frases de esta divertida camiseta, nos introducen en el mundo de las mentiras-tópico, aquellas que casi todos hemos dicho alguna vez, que todos conocemos, que sabemos que no son verdad, pero aun así resultan útiles, porque queremos seguir creyéndolas, porque albergamos secretas esperanzas que casi siempre resultan frustradas, porque no podemos evitarlo, o quién sabe por qué oscuras razones llevamos diciéndolas siglos, y ahí siguen. De ellas, tres hacen referencia a las mentiras que acostumbran a decir los varones para conseguir metas de carácter erótico, sexual o amoroso (“Sólo la puntita”, “Te voy a querer toda la vida”, “No tengo novio/a”). Tienen poco que comentar, por motivos obvios. Dos más se refieren a la jeta que se puede intentar ocultar cuando es nuestro turno para abonar lo que se debe (“Me he olvidado la cartera”, “Mañana te pago”). La de “La última y nos vamos” es un clásico del divertimento español, en la que ha incurrido hasta la madre del apuntador. Otra supone la falsa promesa (“Te llamo en 5 minutos”) que le hacemos a alguien de quien nos queremos deshacer, pero no tenemos lo que hay que tener para decirle la verdad; es una prórroga de cierto desagrado, pero que de momento nos consuela hasta el próximo momento decisivo. Y, por último, dos de naturaleza tecnológica reciente (“No tenía cobertura”, “Es que… se me acabó la batería”), que sí hacen referencia al aparato rey en nuestros días, el móvil, pero que en esencia busca lo mismo que otras de igual naturaleza no tecnológica: la ausencia de responsabilidad sobre lo no hecho, lo hecho mal o lo hecho insuficientemente. Y, sí, me temo que pese a ser conocidas de todos, las seguiremos usando y aceptando aun fingiendo enfados puntuales, porque lo cierto es que cumplen con la función que le otorga el/la comitente, a cambio del perjuicio de los de siempre.

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