LA TONTERÍA ESA DE LA FELICIDAD

En los tiempos modernos hay demasiada obsesión con la felicidad. Pasamos más tiempo buscándola, que viviendo, parece. Pero creo que es un error, como toda ilusión, en los dos sentidos del término. A mí la palabra no me gusta (prefiero la del bienestar), pero convengamos en la tradición, y hablemos de la felicidad, que es algo tan subjetivo que ni merecería la pena comentarlo siquiera.

Los modos por los que alguien la puede alcanzar (siquiera sea transitoriamente, pues no hay felicidad duradera, ni aun en pequeños lapsos de tiempo) dependen en primer lugar, de no estar obsesionado en su búsqueda y hallazgo. En segundo, de tener cubiertas las necesidades vitales más básicas (vivienda, alimentación, trabajo). En tercer lugar, depende de hasta qué punto logremos concitar la atención de alguien (compañerismo, vecindad, amistad, amor). En cuarto, con asumir que, pese a lo que digan los optimistas más contumaces, la mala suerte también existe, y que demasiadas cosas perjudiciales no dependen de nuestra acción o inacción. En quinto, con la existencia de un motor que mueva hacia adelante, en forma de proyectos, metas, logros que alcanzar, etc. En sexto, con no sentirse inmerso en la soledad no deseada; se puede estar solo, pero sin sentirse solo: la clave está en evitar esto último, bien con amor, amistad, altruismo, etc. En séptimo, en practicar cualquier actividad que suponga un bien para alguien distinto a uno mismo; éste puede ser un animal o distintas personas, cercanas o lejanas, eso es indiferente. En octavo, con asumir que vivir es estar en permanente estado de cambio, y que cada etapa de la vida conlleva problemas diversos, pero también ventajas que han de ser aprovechadas como conviene. En noveno, practicar la curiosidad casi por obligación y de forma constante. En décimo, en buscar calmar los apetitos con la suficiente austeridad como para que la consecución de los deseos no nos cobre demasiado peaje. En undécimo, en saber disfrutar los microinstantes de placer que se van sucediendo hora tras hora, si se saben ver, captar y paladear. En duodécimo, en tener a alguien (persona o animal) a quien proporcionarle algún bien sin esperar compensación equivalente a cambio. Y en décimo tercero (y final, aunque no menos importante, en los tiempos que corren), en adquirir habilidades para alejar de uno a aquellas personas que no sólo no nos aportarán nada, sino que detraerán mucha energía que necesitamos para vivir bien, lo que en estos tiempos se ha dado en llamar gente tóxica.

Y ahí está todo el secreto. Bien mirado, no me extraña que con todo lo que hay que tener en cuenta, casi nadie pueda considerarse feliz.

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