LA COMPULSIÓN DE LOS LIBROS

Algunos tal vez ya lo sepan, la mayoría no, pero yo… sí, yo también tengo mis vicios. Son aburridos para los demás, y confesables, para más inri, pero ¿qué le voy a hacer? Hoy sólo hablaré del vicio que más dinero me saca -sin que ello me aboque a la ruina más inmediata, eso sí-: se trata de la compra compulsiva de libros.

He de admitir que ahí tengo poca tasa, y que no tengo demasiadas restricciones, ni preferencias por sitios donde llevar a cabo mi cacerías. Me da lo mismo que sea en librerías nuevas, centros comerciales, la FNAC, la Casa del Libro, librerías de lance, rastrillos dominicales, rastros exclusivamente librescos, o diferentes sitios en internet. Cualquier lugar es bueno para hacerse de inmediato con alguna obra que me llame la atención por algún motivo.

La compulsión, bien lo sé, no es explicable racionalmente, pero a estas alturas tampoco pretendo hacerlo, sólo faltaría; sobre todo, después de que uno, en su juventud haya buscado curas, tratamientos, dietas, represiones… con nulo éxito, cabe apuntar. Sus razones psicológicas tendrá el asunto, seguro, pero tampoco tengo ya demasiado interés en descubrirlas, menos todavía entenderlas. En este tipo de vicios, el placer es lo que cuenta. Únicamente. Y de poco sirve que mi parte racional me indique que compro más de lo que puedo leer, que no me quedan tantos años como para releer lo que debiera, y que el tiempo es finito, y mis ansias no, etcétera. Pero lo que cuenta es que el área de mi cerebro que se estimula cuando mis manos alcanzan el ejemplar ansiado, se activa como una moto, y alcanzo mayor felicidad que si me hubiera comido una tableta de chocolate (no digo que sea superior a un orgasmo, porque uno es pudoroso en estas cuestiones, pero se admiten apuestas).

Pero lo que aquí nos ocupa es uno de los efectos de dicha compulsión: que los libros incrementan su número, que el espacio que ocupan aumenta de forma progresiva, y que llega un momento en que se entabla una batalla entre los libros y sus anaqueles, y quien con ellos comparte piso o casa. Es, casi, una confrontación entre espacios y derechos a la supervivencia. Por eso yo, cada cierto tiempo, he de hacer “limpieza”. Este término debe ser entendido en sentido no estricto. Es más bien un “retiro”, “regalo”, “extravío intencionado”, “empaquetado”, “aprovechamiento del doble fondo”, etc. El objeto es recuperar espacio donde… SIIIÍ, lo habéis adivinado: ¡colocar nuevos libros! Y vuelta a empezar durante otra temporada. ¿Racional? Ya os dije que no. Hasta yo dejo de serlo en ocasiones. ¿Compulsivo? Ya os dije que sí. Hasta yo mantengo vicios. No busquéis explicación. No me censuréis, pues yo mismo dejé hace tiempo de infligirme reproches. Disfrutad, eso sí, con mi sonrisa mientras leo.

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