TÀPIES

Ha muerto este añoso pintor, al que los ditirambos más o menos oficiales tildan de “último gran artista del siglo XX”, o sea, lo que dicen siempre que se muere alguien a edad avanzada.

Su expresión artística nunca provocó que se me moviera un músculo, salvo alguna obra concreta, y por escaso lapso de tiempo. De hecho, más de una vez califiqué su trayectoria con palabras gruesas, de las que no me arrepiento en absoluto. Al fin y al cabo, nadie me paga ni soy experto en Arte. Y, por fortuna, no tengo que explicarlo nunca en clase, donde tendría que comentar algunos lugares comunes en los que para nada creo.

Sin embargo, si lo traigo a colación en este suelto es porque sí leí varias de sus entrevistas en diversos medios de comunicación. De cultura vastísima, su espiritualidad rayaba siempre a un gran nivel. Recuerdo sus palabras dulces y bien templadas, sin excesos, relacionando diversos conceptos de la Historia del Arte con los de la religión y los del Pensamiento. Y siempre aventuré que, a pesar de su perenne salud frágil, habría sido un excelente interlocutor para algunas tardes.

Ese gusto de leer lo que contestó a quienes le entrevistaron es su mayor aportación -involuntaria- a nuestra imposible amistad. Descanse en paz Antoni Tàpies.

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