Entre las tonterías que uno se encuentra, quiera o no, en la red, a veces hay alguna que a uno le hace click, y acaba removiendo algo por dentro. Esta imagen que me mandó una ex-alumna hace unos meses es un buen ejemplo de lo que digo. Ella me inquiría sobre mi posible respuesta. Como ser amable con alguien lindo no es molestia, ya le respondí, siquiera fueran dos o tres líneas. Pero conservé la imagen, porque pensé que podía  darme por responderla in extenso. Como no cuesta tanto, y el verano está siendo canicular y amortiguador en exceso, hoy me dio por retomar la propuesta, y ahí va.

De las nueve posibilidades, me bastaría con dos, la 3 y la 9, aunque no tendría reparo en quedarme la 4, a mayores, como la tercera que ofrece el juego. Descartaría la 5 y la 7 enseguida; la primera, por ser la mas banal de todas; la segunda, porque con las que ya tendría por elección, conseguiría vivir bien donde desease sin problema alguno. La 6 y la 8 serían desechadas a continuación, por diferentes razones, aun refiriéndose al mismo tema clave del tiempo. No querría cambiar nada de mi pasado, porque ello implicaría que yo ya no sería el que soy, y aun con mis carencias, defectos y mandangas propias, me sigo gustando lo suficiente. Tampoco me gustaría saber cosas de mi futuro, porque ello condicionaría por completo mi comportamiento presente (tanto si fuera bueno, como si fuese malo), y eso sí que no. La 1 estaría muy bien, pero no figuraría jamás entre las prioridades de las personas egoístas como yo. Y la 2 también sería algo maravilloso, pero considero que con mis dos elecciones -insisto- sería capaz de lograr un amor intenso, duradero y generador. Y quienes piensan que el amor es cosa irracional que no se puede gestionar con la inteligencia, están en su derecho; pero en lo que yo he visto y experimentado, si a la torridez del amor inicial no se le alimenta con inteligencia, se va al carajillo no durando mucho -y aun alimentándoselo-. De modo que pienso que acabaría encontrando lo más parecido al “amor de mi vida” con mis dos pastillitas elegidas, estoy convencido de ello.

Por tanto, si dispusiera de una súper-inteligencia, con todo lo que ello comporta -que es más de lo que la gente piensa-; y una salud perfecta protegiera todos mis días, yo me las compondría para lograr absolutamente todo cuanto deseara. Todo, de verdad. Si, encima, me regalan el control emocional absoluto de todas mis acciones ya no sería un hombre: sería Dios.