BENEVOLENCIA DEL ALUMNADO (MICRORRELATO)

Cuando expongo en clase cosas tan incomprensibles como que de dos palabras antiguas como “Caesar” y “Augusta” se ha podido llegar a una actual como Zaragoza; o bien que el universo consta de millones de galaxias, cada una de las cuales contiene miles de millones de estrellas, y éstas a su vez sus correspondientes planetas; o que el vapor de agua primero no se ve, pero luego sí, en forma de nubes que, cuando se enfrían por la altitud se convierten en gotas grandes de lluvia que caen a tierra; cuando yo explico esto e intento que lo entiendan y luego lo aprendan, sólo puedo hacerlo poniendo una enorme cara de entusiasmo vehemente, o sea, de loco, de enajenado transitorio, para que los chicos puedan ser comprensivos y benevolentes conmigo, y no me desprecien más de lo habitual, y puedan colocarse sobre su frágil pedestal y pensar: “pobre, ya está otra vez alucinando con lo suyo”, y así puedan dedicarse a las cosas que en verdad les importan sin que les dé por chillar, insultar, escupir o agredir a quien les habla.

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